Tendrían un tipo de sexo. Del tipo en el que no tendrían que tocarse.
Inseparables (David Cronenberg, 1988)
La disciplina, la dominación, la sumisión, el sadismo y el masoquismo son conceptos que no solo definen, sino que constituyen el BDSM, pero este término contempla otra práctica casi inherente a este tipo de sexualidad alternativa. Se trata del bondage, que trasciende de lo meramente sexual, hasta el punto de constituirse como toda una doctrina para los practicantes.
El bondage es una práctica básica del BDSM que consiste en la inmovilización del sumiso a través de instrumentos al efecto. La palabra deriva del francés y significa “esclavitud” o “cautiverio”.
El motivo de que esta práctica sea esencial en el BDSM es porque provoca en el sumiso un total abandono hacia su Dom, en el momento en el que se deja inmovilizar y está a merced del mismo. La privación de movimiento va ligada a la ausencia de control, y la sensación de vulnerabilidad alcanza así su plenitud. Asimismo, el Dom adquiere un poder absoluto sobre aquello que contiene. Pocas prácticas reflejan tanto el intercambio de poder como lo hace el bondage.
El bondage puede practicarse de diversos modos, desde algo simple, casi vainilla, como puede ser el uso de unas esposas, hasta la aplicación de ataduras, nudos y suspensiones que resultan todo un arte.
La inmovilización puede hacerse en una parte del cuerpo o en su totalidad, y se pueden utilizar cuerdas, cintas, telas, esposas o instrumentos específicos diseñados para esta práctica. En función de los artefactos que se utilicen para el bondage, la sesión puede adoptar una u otra dinámica. Es posible que una sesión se limite únicamente a esta experiencia, o que el bondage sea parte de la misma. Igualmente, los instrumentos utilizados para la inmovilización son clave en el escenario que se quiere recrear, no solo por su posible componente estético (si es lo que se busca), sino también porque pueden ser parte de una pretendida tortura. De este modo, si se usan un tipo de cuerdas de determinado material se va a ejercer una presión y/o abrasión que puede resultar más o menos dolorosa. Asimismo, el tipo de postura elegida o los lugares de amarre van a ser determinantes. La funcionalidad del bondage va a depender, por tanto, del contexto, y trasciende la mera inmovilización, abriendo la posibilidad de lograr recrear posiciones y condiciones anatómicas más allá de lo establecido. De este modo, la practica puede ir de nada a muy extrema en función de lo que cada pareja establezca.
Sobra mencionar que el bondage no tiene necesariamente que acompañarse de estimulación genital ni de coito. Pero esto es sobreentendido en la mayor parte de las prácticas BDSM.
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