Mago Vs. Magufo

mago magufo 1

Tanto curiosos como afines, practicantes y/o veteranos en los avatares del sendero de la mano izquierda, son conocedores de la importancia de la magia en el escenario siniestro. En este sentido, la magia y su ritualística se sitúan en una posición primordial en la actividad de cualquiera que se conduzca por esta vía.

Así, no son pocos los practicantes que han podido comprobar los efectos de la magia en la consecución de determinados objetivos e, incluso, como herramienta de desarrollo personal.

Pero este terreno mágico, que se presenta tan alentador, entraña una gran eventualidad, y esto sucede cuando se traspasa la barrera de la magia hacia la órbita del magufismo. Y es que el mago, es decir, aquel que practica la magia, puede volverse, intencionada o inintencionadamente, en un magufo como por, y nunca mejor dicho, arte de magia.

Un magufo no es otra cosa que un individuo que cree en (o vende, según la intencionalidad) teorías de conspiración, pseudociencias o ideas de dudosa fiabilidad sin evidencia consistente que las respalde. Se trata de seres que sostienen creencias poco fundamentadas o irracionales y que son camaradas de esferas como la ufología, la astrología y/o las medicinas alternativas. No en vano, el término “magufo” proviene del maridaje entre “mago” y “ufo”. Esta atroz combinación, que da lugar al desdeñable sujeto al que nos referimos, no solo daña con su hacer a las personas que depositan su confianza en él, sino que supone todo un descrédito y afrenta a la figura del mago en particular y a la práctica de la magia en general.

Los magufos no solo habitan en las esferas del LHP, sino que son frecuentes en todos aquellos ámbitos en los que cualquier lógica o relato canónico aceptado pueda ser puesto en duda sin ningún tipo de argumentación sólida.

¿Y qué caracteriza a estos especímenes? La respuesta a esta cuestión no es única. El magufo puede manifestarse de muchas formas, aunque sí existen señales que pueden poner en funcionamiento nuestro instinto de alerta.

En primer lugar, el magufo interpreta todo hecho como fruto de la maquinación. De este modo, es partidario de conspiraciones elaboradas que implican a gobiernos, corporaciones u otras entidades poderosas.

Esto lo encamina a presentar un rechazo sistemático a la ciencia establecida. Desconfían de la ciencia convencional y a menudo desacreditan las teorías aceptadas por la comunidad científica en favor de ideas que carecen de fundamento empírico.

Esta desconfianza les conduce a una irrefrenable atracción por pseudociencias. Tienen una inclinación hacia disciplinas que no están respaldadas por evidencia científica, como la astrología o la homeopatía, entre otras.

Los fenómenos sobrenaturales, en cambio, son una realidad para ellos. Así, confían en sucesos tales como la telepatía, la clarividencia, la telequinesis o la comunicación con seres de otras dimensiones.

Obviamente, ni todas las personas con una tendencia a la paranoia o a la conspiración son magufos, ni tampoco lo son aquellas que se interesan por el esoterismo. Poseer una espiritualidad más o menos profunda o unas creencias más o menos arraigadas no solo es respetable, si no que en nada tiene que ver con el concepto de magufo. La diferencia en creer o inclinarse por una u otra cuestión radica en el fanatismo o en la deliberación que conlleva el engaño.

El fanatismo es una de las posibilidades que convierte al mago en magufo. Esta circunstancia provoca que la persona afectada presente una sintomatología que se manifiesta en una forma extrema de devoción o apego irracional a una idea, creencia, persona, grupo o causa. Conductualmente, es observable a través de una serie de signos como la perseverancia en una actitud inflexible, intolerante y, a menudo, irracional hacia aquellos que no comparten esa misma idea o perspectiva. Es decir, la división de la sociedad en dos sectores: el suyo y el enemigo. El fanatismo se puede contraer en diversos contextos, como la política, la religión, el deporte o la cultura, entre otros, sin ser este exclusivo de los magufos.

Esta, tan desastrosa, circunstancia suscita, a medio y largo plazo, en la persona que lo padece una severa obstrucción mental, acompañada de intolerancia sistemática. El pronóstico de esta dolencia no es venturoso. La obstrucción mental no tratada deriva en un rechazo resistente a la capacidad de aprendizaje y comprensión, limitando a la persona que lo padece en sus capacidades cognitivas de modo patente. Asimismo, la rigidez y la intolerancia inherentes al fanatismo pueden dificultar el diálogo constructivo y el intercambio de ideas entre personas con diferentes opiniones, lo que a su vez limita aún más esta capacidad cognitiva mencionada.

Otro de los elementos que pueden crear a un magufo es la intencionalidad de embaucar. Exacto, nos encontraríamos, entonces, con individuos obviamente tóxicos, y con ganas de hacer daño para su beneficio personal a nivel material o por el placer de hacerlo a nivel fílico.

Identificar a un magufo estafador puede ser un desafío, ya que su gran bagaje en el mundo de la estafa, si es que ocupan una posición en el mismo, los convierte en expertos mentirosos con un discurso convincente y sólido y, en no pocos casos, acompañado de una admirable labia que no deja indiferente a cualquier oyente que se precie. ¿Qué signos acompañan a estas entidades que puedan ser identificables? Las señales emitidas por un magufo que se hace y no nace pueden ser diversas.

El engrandecimiento puede ser una de estas señales. Los magufos estafadores enaltecen sus ideas y a ellos mismos. Así, es probable que se rodeen de afirmaciones exageradas sobre los resultados que pueden lograr utilizando sus métodos o productos o poniendo en práctica sus ideas. Mucho de ello lo advertimos en el LHP en afirmaciones tales como “verdadero satanismo” y similar.

Asimismo, es común que ejerzan presión sobre aquellos que los escuchan o siguen. Las amenazas, chantajes emocionales o coacciones que llevan a obedecer a su persona o a su causa son manifestaciones de ello. Un ejemplo lo obtenemos en las Órdenes que dan órdenes.

Otro sistema utilizado es el de explotar los miedos e inseguridades ajenos. No suficiente con nuestra naturaleza humana, en la que no faltan los errores e indecisiones más o menos constantes que nos convierten en seres falibles, el magufo las va a señalar como debilidades o cobardías, otorgándoles un carácter absolutamente negativo y al que hay que poner remedio y cauterizar. Esto los sitúa en una posición en la que la víctima llega a creer que el magufo tiene la solución a los males de su vida y que su ayuda es incuestionablemente necesaria para sobrevivir.

En este punto, y con vistas a evitar a este tipo de criaturas, es fundamental la información. El conocimiento, la capacidad de explorar y tener un poco de sentido común son las armas y el modo de inmunizarse en el caso de encontrarnos ante un magufo. Investiga, experimenta y aprende. Los magufos no solo no aportan nada, ni a nivel social ni personal, sino que provocan un gran daño, tanto a las personas que les dan refuerzo como a las ideas o productos que ofrecen, que muchos de ellos, lejos de ser negativos, se corrompen hasta la putrefacción al ser procesados por el magufismo.

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