Una de las premisas básicas del LHP en general, y del satanismo en particular, es el decreto de libertad, de individualismo y, en definitiva, de percibirse como una deidad propia o, al menos, como el patrono de uno mismo.
Estas condiciones, tan arraigadas al sendero siniestro, se manifiestan notoriamente en el modo de actuación de aquellos que han elegido esta trayectoria, ya sea como culto, filosofía, ideología o modo de vida, reflejándose en la auto percepción y, a su vez, en la percepción del entorno que los rodea.
Así pues, existe una diferencia significativa en el modo de percibir y de actuar entre las personas que se inclinan hacia el LHP con respecto a aquellas cuyas creencias se aferran a lo tradicional, especialmente en las religiones Abrahámicas.
Y nos referimos a las religiones Abrahámicas frente a otras porque estas son las que condicionan la sociedad, la moral y la ética occidental, por muy atea que sea su población.
El locus de control personal es, pues, un claro ejemplo del efecto del individualismo y demás actitudes básicas que caracterizan al LHP.
Con el locus de control nos referimos a la percepción que se posee sobre la causa o el causante de los acontecimientos vitales y diarios. Las diferentes atribuciones que se realizan sobre distintos eventos son propias y subjetivas en cada individuo, y pueden o no corresponderse con una visión más o menos objetiva, real o mayoritariamente aceptada del hecho en concreto. Pero esta percepción subjetiva va a ser clave para la actuación del sujeto, condicionando, de este modo, su reacción y comportamiento.
Así, es posible que una persona atribuya un mismo hecho a causas externas o internas a ella misma.
Esto hace que se diferencien dos tipos de locus de control. El locus de control interno y el locus de control externo.
El locus de control interno corresponde a aquella percepción por la cual el individuo atribuye el resultado de los eventos como efecto de sus propias acciones. Se trata de la adopción de una actitud responsable ante un determinado evento.
El locus de control externo corresponde a aquella percepción por la cual el individuo atribuye el resultado de los eventos como efecto de un causante externo. Se trata de la adopción de una actitud victimista ante un determinado evento.
De este modo, un mismo evento puede ser interpretado de modo totalmente distinto en función de la percepción de cada individuo.
Con respecto a los roles de responsabilidad y victimismo, es necesario hacer la puntualización de que nos referimos a eventos susceptibles de control. Es decir, situaciones en las que la actuación o el comportamiento del individuo son clave para los resultados de las mismas, ya sean sus consecuencias internas o externas al sujeto que las vivencia.
Es decir, tomar una actitud de responsabilidad sobre todo hecho negativo sucedido, por ejemplo, es más cercano al rol victimista que al responsable, ya que hay muchas situaciones que son imposibles de controlar, sea cual sea el rol o la actitud que se adopte. Una persona que se percibe como causante o se culpa de todo aquello que sucede a su alrededor no adopta, pues, un rol responsable, sino de víctima.
Asimismo, hacer propios méritos de todos los acontecimientos positivos que acontecen en el día a día, incluyendo aquellas situaciones incontrolables, sitúa a la persona en una posición más narcisista que responsable.
No obstante, no suele ser común que un individuo actúe con el mismo locus de control en todas las situaciones vitales. Lo más común es que presente una u otra actitud en función del acontecimiento, si bien es cierto que siempre predomina un locus frente a otro.
El locus de control personal no es innato, es decir, no se nace con un tipo de locus de control. Poseer uno u otro locus de control es una cuestión, principalmente, de educación, aprendizaje y de valores personales. De ello la relevancia de la creencia educativa establecida socialmente. Asimismo, influyen otras variables de personalidad.
De este modo, un aprendizaje en general y un estilo de vida en particular, sustentados en los pilares de un único Dios omnipotente que vela y maniobra sobre el individuo, se inclina hacia el desarrollo del locus de control externo.
Y un aprendizaje en general y un estilo de vida en particular, sustentados en los pilares de la libertad y/o el individualismo, en el que el sujeto es el eje principal de su propia vida, se inclina hacia el desarrollo del locus de control interno.
Tener un locus de control interno supone:
– Asumir la responsabilidad, lo que capacita a las personas para enmendar los errores cometidos. Esto promueve que la persona desarrolle habilidades en la solución de problemas.
– Tener más control de las situaciones, por lo que se está predispuesto a luchar por lograr objetivos.
– Mejorar la autoestima y el sentimiento de autorrealización, puesto que aquello positivo que ocurre en la vida se percibe como logrado por uno mismo.
– Asumir los propios errores, lo que capacita a las personas para aprender de los mismos.
– Ser capaz de cambiar situaciones negativas hacia otras opciones mejores.
Tener un locus de control externo supone:
– No asumir responsabilidades, por lo que las personas con este locus tienen menos capacidad de solución de problemas.
– No controlar las situaciones, por lo que su afán de logro disminuye.
– Baja la autoestima, puesto que se perciben los eventos como incontrolables y existe una sensación de “estar a merced” de algo inevitable.
– No asumir errores y, por consiguiente, no aprender de los mismos.
– Pensar que se es esclavo del destino, sin que nada se pueda hacer, lo que, a largo plazo, provoca una sensación de desesperanza.
– No ser capaz de cambiar algo negativo, ya que se percibe como una causa externa.
¿Se puede cambiar el locus de control? Por lo general, el locus de control no es categórico, es decir, las personas no tienen únicamente un locus de control, sino que, dependiendo de diferentes situaciones, adoptan uno u otro.
En este sentido, es posible, a través de la adquisición de habilidades de solución de problemas, ir aumentando el rango de locus de control interno.
No obstante, existen excepciones en cuanto a este respecto, puesto que algunos tipos de trastornos, como determinados tipos de trastornos de personalidad o la psicopatía, tienen, como rasgo característico, el locus de control externo. Este tipo de personas, debido a su condición, no son capaces (o les resultará muy difícil) de cambiar su locus de control. Los psicópatas, por ejemplo, nunca asumirán responsabilidades, ya que la falta de empatía inherente a esta condición imposibilita a la persona a no culpar o ver la causa en algo externo.