Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo hasta el punto del fanatismo, allí me tienes en pocas palabras, y mátame de nuevo o tómame como soy, pero no voy a cambiar.
Marqués de Sade
Para los profanos del BDSM, y para muchos practicantes de esta sexualidad alternativa, los roles de dominación y sumisión parecen bien definidos en cuanto el sumiso es el que se rige por la ley del dominante. De este modo, en una dinámica sadomasoquista (S/m), el masoquista queda sometido a la voluntad del sádico. Pero esta noción no es, en su praxis, tan acertada como se intuye.
El sádico no ocupa otro lugar sino el de complacer al masoquista, y esto lo sitúa como el subyugado del mismo. Este paradójico axioma lo explica Lacan en su comparativa “Kant con Sade”, en la que efectúa una correlación entre los imperativos categóricos de la filosofía de Kant y la filosofía de Sade.
El imperativo categórico se entiende como un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones.
El imperativo categórico de Kant se opone al concepto de que el placer es la ley del bien, entendido este bien como el cumplimiento de la voluntad de cada individuo. Afirma, por el contrario, que el placer es la ley del bienestar. De este modo, si el placer de un individuo tiene unas consecuencias perjudiciales para el mismo (por ejemplo, la cárcel al cometer un crimen) este placer desaparecería inclinándose la voluntad del sujeto hacia aquella situación que más le beneficia (no cometer el crimen para no ir a prisión). Así, la moral, desde la visión kantiana, es una práctica incondicional de la razón que conduce al sujeto a regirse por aquello que lo sitúa en la posición de mayor bienestar frente a su primer impulso de placer. La moral kantiana, por tanto, implica obediencia a la ley. Esta postura que busca el total bienestar se acerca al hedonismo y no al exceso, ya que este desvía al individuo de su bienestar.
Por el contrario, Sade plantea la libertad sin límites. El imperativo categórico sadiano es el goce como una moral nueva. Gozar o dejarse llevar por el propio deseo se convierte en ley y derecho universal. En este sentido, se plantea un ateísmo (denominado, por muchos, “naturalista”) que critica aquellas leyes que impiden practicar el goce, ya que la naturaleza así lo ordena. El Dios de cada hombre es su propio placer. La filosofía sadiana no se mueve, pues, en el ámbito del hedonismo (bienestar) sino en el exceso y en los más absolutos extremos a los que el hombre puede someterse. Según el imperativo categórico sadiano, el individuo debe regirse por su propio placer independientemente de las consecuencias del mismo, quedando la obediencia a la ley anulada.
Los conceptos, pues, de ley, goce, perversión y deseo que proyecta Sade son, a primera vista, antagonistas a los de Kant. Pero Lacan plantea una confluencia entre la filosofía de Kant y Sade, que aparentemente parecen contrarias. Este acercamiento entre ambos imperativos categóricos explica la dinámica de las relaciones BSDM, poniendo de manifiesto que no es el sumiso quien se somete al Dominante, sino el Dominante quien está al servicio de la voluntad de su sumiso.
El esquema planteado del imperativo categórico sadiano se traslada naturalmente al escenario S/m, en el que el sádico proporciona dolor al masoquista, el cual lo percibe como placer. Para que el masoquista esté satisfecho, el sádico debe estar a la altura del mismo, es decir, a su servicio. El placer del sádico, su ley sadiana, consiste en proporcionar dolor al otro. En el ámbito del BDSM en el que prima, por encima de todo, la seguridad, el sentido común y el consenso (SSC), el masoquista disfruta de ese dolor y se rige, asimismo, por su propia ley sadiana de entregarse a su naturaleza. De este modo, el sádico es solo un instrumento del goce que proporciona al torturado, el cual se beneficia del mismo, estando, de este modo, el torturador al servicio del torturado. El sádico, por consiguiente, no prepondera en el acto, sino que se pone al servicio del masoquista, para cumplir su cometido y ser capaz de proporcionarle el dolor que éste demanda. Así, el placer del sádico está a merced del placer del masoquista, quedando el primero relegado a un rol tan secundario que lo mueve a desaparecer del escenario como elemento principal.
Este axioma coindice con el imperativo categórico kantiano en cuanto el sádico se rige por su naturaleza, que es proporcionar dolor, naturaleza que se transmuta en ley. Así, los imperativos categóricos de Kant y Sade, paradójicamente, convergen en el escenario BDSM. Kant plantea la muerte del deseo para que surja la ley moral, lo que no se asienta en la teoría de la libertad, ya que este deseo se destruye a modo de represión por el sujeto. Sade hace desaparecer el deseo (goce) en el momento que éste se pone al servicio del sumiso y receptor del mismo.
La paradoja entre los imperativos categóricos de Kant y Sade, planteada por Lacan, revela que el intercambio de poder entre el dominante y el sumiso no se recluye en el mandato y la obediencia, sino que, ante el consenso, se instaura una dinámica mucho más compleja, en la que sus participantes interactúan sin estar supeditados a lo que aparentemente se estima.
Muy bueno todo lo leido