Por casualidad, giré la cabeza hacia ella, entre la muchedumbre la vi, pero no la miré, hasta que un instante más tarde, se giró.
En ese espacio oscuro, ruidoso y repleto de gente, ella se giró. Hacia mí.
Y aunque la miré, apenas la vi, pues al cruzarse mi mirada con la suya, ya no vi nada más.
¿Magnetismo?, ¿fascinación?, ¿hipnosis?, ¿hechicería?, ¿magia?… ¿Qué es eso?, ¿Existe?; si, porque lo estoy viviendo, pero… ¿Qué es?
Y en ese mismo instante, su relajada y sonriente expresión se desvaneció tras asombro y sorpresa, fijando sus ojos a los míos, enlazándolos en la distancia, uniéndolos en un verso sin palabras, que danza mucho antes de ser escrito, con un sentir abrumador.
Pasó una eternidad y mil paraísos. Nuestras miradas se relajaron ampliando el campo de visión. Nuestras expresiones se deleitaron en ese azar, con las sonrisas que nacen de una satisfactoria complicidad.
La vi. La miré. Toda la belleza del mundo ante mí. Todos los universos en sus ojos. Todas las vidas en un sentir.
¡Qué vergüenza! De repente apartamos las miradas. ¡Toda mi intimidad con una desconocida!
No supe donde mirar y no conseguí dejar de sonreír; ¿Qué maravilla acababa de ocurrir?
Y de nuevo, tímidamente, alzamos las miradas, con esa expresión incierta y extrañamente vergonzosa, nos acercamos. Y nos acercamos. Y, nos acercamos.
Ella pasó su cabeza lentamente junto a la mía hasta llegar a mi oído.
Y respirando en él, susurró, –Hola. Sentí su aliento. Caliente y húmedo.
Su pelo cayó sobre mi cara, y bajando sutilmente la cabeza, sentí el calor de su cuello con mis labios. Cerré los ojos en una profunda respiración y llené mis pulmones con el aroma de su cuerpo.
Lentamente, ella retiró sus labios de mi oído, y con un roce accidental de nuestras mejillas, sentí la calidez y suavidad de su piel.
Y viví mil más paraísos, sin tiempo ni horizontes, en ese momento eterno.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo; algo estalló en mi interior, cual martillazo sobre un candado, y todos los muros se desmoronaron, todos los miedos se disiparon y todo cuanto me rodeaba se desvaneció tras la infinidad de ese sentir, de ese momento eterno, para siempre, y yo jamás volví a…
– Florence, ¿se encuentra bien?
– No se preocupe, estas sesiones de espiritismo la dejan extenuada durante unos instantes. Pronto se repondrá. Solo necesita descansar.
– Ha sido increíble… ha hablado a través de ella. Por fin sabemos lo que le ocurrió.