Por: Dark Vadrag
Aceradas púas que lacerando mi carne me sujetaron a los cuatro costados de mi cama dejándome expuesto y vulnerable a sus presencias. La espera se hizo eterna pero se materializaron una vez mas y sus manos empezaron a recorrerme al completo marcando mi piel con sus afiladas y violáceas uñas.
El olor metálico de mi sangre se mezclaba con sus deliciosos aromas y las frías lenguas lamian de arriba abajo cada centímetro de mi piel.
Por turnos empezaron a poseerme, cada una mas bestial, cada una mas violenta.
Sin embargo, con cada uno de los juegos que mi cuerpo experimentaba, el dolor iba desapareciendo dando paso a sensaciones indescriptibles.
La carne disfrutaba, la mente se despejaba y la excitación aumentaba.
Se deleitaban, me dominaban, succionaban cada gota de humanidad y me enterraban en una tumba de placer.
Sentí aflojarse el espino que me sujetaba y al incorporarme vi como se despojaban de la túnica que las envolvía y pude admirarlas en todo su esplendor.
Altas y voluptuosas de melenas rojizas que cubrían parte de su tez pálida con grandes ojos y carnosos labios que dejaban relucir afilados colmillos y negras lenguas.
Sus grandes pechos con areolas de fuego y duros pezones, delicadas cinturas de avispa, largas piernas y hermosos pies bañados en sangre se contoneaban rítmicamente al son de un ritmo hipnótico y tenebroso. La danza se intensificó y sus cuerpos no paraban de serpentear al son de los sonidos infernales que inundaban hasta el mas profundo rincón de la estancia.
Mi cuerpo ardía febrilmente, mi cabeza retumbaba con aquella melodía escabrosa y mis ojos no abandonaban el deleite con aquellas oscuras bellezas.
Gemían y sonreían cada vez que mordían, sus labios se juntaban intercambiando los fluidos succionados de mi cuerpo y sus lenguas copulaban rabiosamente en una orgía sangrienta.
Finalmente llegado el climax orgásmico una a una posaron sus manos en mi pecho, sentí como se hundían lentamente y al salir de el con mi corazón aún latente y sangrante cerré los ojos y todo terminó.
Con sus placeres saciados vistieron sus negras túnicas y regresaron al oscuro abismo del que provienen.
Hubiese dado todo lo que tengo por poseerlas, por ser su dueño. Pero no soy digno de ello. Soy yo quien les pertenece. Ellas marcan las pautas y me dirigen al mas absoluto y caótico desenfreno.
Mi vida es la constante espera de su visita.
Mi cuerpo siempre esta presto para ser ofrendado a mis dueñas y saciar sus infinitas ansias de placer y depravación.
Pero…
No me esta permitido tocarlas.
Unicamente obedecerlas y adorarlas.
Solamente contemplarlas y venerarlas.
Entregarme sin miramientos
Y sufrir el dolor de sus mandamientos.