A lo largo de la historia de la humanidad los símbolos han sido utilizados como una forma de dar explicación a fenómenos complejos o a ideas abstractas que debían ser simplificadas en una imagen. La expresión una imagen vale más que mil palabras es significativa en este caso pues una imagen puede albergar varias interpretaciones, al contrario que la palabra que en su expresión es bastante limitada. Especialmente si ese símbolo es mirado por el anteojo de las diferentes culturas humanas que han ido trascurriendo – y trascurren – en nuestro planeta.
El dragón es un símbolo que ha estado presente desde el origen de la historia humana. Desde el inicio de la civilización, las diferentes culturas han intentando dar una explicación del universo, el origen del cosmos, su funcionamiento, la vida y la muerte. Para ello se ha valido de la utilización de alegorías, metáforas, símbolos que expresan ideas entorno a el universo que nos rodea.
Podríamos decir sin miedo a equivocarnos que el Dragón, como símbolo, como animal mitológico, fantástico, religioso o espiritual ha estado presente desde el albor de nuestra cultura, la occidental. Pero también lo ha estado en la cultura oriental desde mucho antes. Como apunte, cuando me refiero a cultura “oriental” y cultura “occidental” me estoy refiriendo, principalmente, a la cultura y a la historia tanto de Asía (China, Japón, Corea, la India, principalmente) y a la cultura de Europa. Soy consciente del reduccionismo planteado aquí. Europa precisamente es un multiverso de diferentes culturas, que han estado en constante contacto y cambio con otras tantas. Y es posible que ambas (oriental y occidental) se hayan influenciado mutuamente. Es una suposición, no lo planteo como un hecho. Y tampoco pretendo hacerlo en el presente artículo. No quiero realizar un análisis profundo de los símbolos o de las influencias culturales de cada pueblo, región, nación, religión o etnia.
Lo que si me interesa es analizar, con mayor o menor grado de profundidad, la figura del dragón en ambas culturas para extraer una visión de lo que considero que simboliza realmente el dragón desde un punto de vista espiritual.
Comencemos fuera de casa. Vayámonos a la cultura oriental y veamos que significado tiene el dragón en países como China, India o Japón, por poner un ejemplo. Hagamos un ejercicio intelectual primero: si nos preguntan que qué es un dragón para los japoneses ¿qué imagen habéis traído a vuestra cabeza? ¿qué os habéis imaginado? Seguramente, intuyo, que muchos de vosotros os habéis imaginado una gran serpiente que vuela – o flota – y que no tiene alas. Muchos quizás os habéis imaginado al gran dragón de Dragon Ball. Bien, no se aleja de lo que quiero plantear. De hecho, me viene bien trabajar con Dragon Ball en este momento. En el anime, los Dragones Divinos (quedaros con la importancia del nombre, y de que es divino) aparece como un guardián, como una figura benevolente que custodia, protege y da favores a aquellos que demuestran ser merecedores de ellos. Los aspirantes superan una serie de pruebas y si las reúnen, el Dragon Divino concede el deseo. En este caso, sin hacer mucho spoiler, el dragón tiene la capacidad y el poder de resucitar.
En la cultura oriental, el dragón es un elemento divino, protector, guardián benevolente que desde los cielos cumple su misión. Su naturaleza es casi siempre de origen divino, como el yinn para los musulmanes (el genio es otro símbolo interesante), y en absoluto nos haría pensar que tiene un origen maligno o perverso.
No ocurre así en nuestra cultura, la occidental. Hagamos el mismo ejercicio intelectual de antes. Si nos preguntan que significa un dragón para un europeo, ¿en qué pensaríamos? Seguramente en un lagarto gigantesco, con cabeza de serpiente, alas de murciélago, y garras de león que no se define precisamente por su buen carácter y que tiene la capacidad de escupir fuego por la boca. En nuestra cultura, y especialmente en la cultura actual en la que estamos insertos, tenemos numerosas representaciones de ese dragón: Tolkien y su Tierra Media, Juego de Tronos entre otros son buenos ejemplos. También nos ha llegado los relatos fantásticos de otras épocas: la doncella en apuros que va a ser sacrificada al dragón que amenaza el reino, una criatura terrorífica que vive en una cueva, al lado de un lago casi siempre y que guarda un tesoro (en este caso oro); y el caballero justiciero, héroe singular, de posible origen divino con cualidades extraordinarias que va al rescate de la doncella, que acaba batiéndose en duelo con el dragón y que, por regla general, le suele acabar cortando la cabeza al dragón.
Hemos dicho mucho en pocas palabras, como podéis ver. Pasemos a descifrar el enigma. En este caso, el dragón es un símbolo del mal, representa las fuerzas destructivas, la combinación de animales del mundo ctónico (serpiente, alas de murciélago, lagarto) con la fuerza del león. Asimismo, también es poseedor de fuerzas sobrenaturales, el fuego como símbolo de poder, fuerza y destrucción es también símbolo alquímico que implica la disolución de la materia y el espíritu. Es la representación de todas las fuerzas destructivas de la naturaleza, de la muerte y del cambio. También es protector, no en este caso de la humanidad ni de una cultura, si no de un tesoro que por regla general suele estar oculto en una cueva, en las entrañas de la tierra. Y, por último, simboliza el fin de algo, o de una época. Los griegos diferenciaban el tiempo de dos maneras: tiempo como cronos, que es el tiempo que transcurre, el que se puede contar; y tiempo como Kairós, que es el tempo inmaterial, Tiempo de Dios también, y es el tiempo cualitativo, la edad, el eón, la época. El dragón en este caso vendría a significar el fin del tiempo como Kairós y el comienzo de una nueva edad. En La Biblia, la muerte del Dragón implica la muerte de Satanás, o más bien, la victoria de Dios sobre Satán y simboliza el comienzo del Reino de Dios.
Pero, volviendo al simbolismo del dragón, en el imaginario colectivo representa el guardián de un tesoro oculto. Para el historiador Jesús Callejo el dragón simboliza una lucha, particularmente, una lucha interior. El dragón es representativo de los bajos instintos, también simboliza lo oculto, el abismo o lo que nos es inconsciente; simboliza los principios opuestos al mismo tiempo que simboliza una lucha interior. Es el demonio interior que debemos conocer y vencer. La victoria sobre el dragón conlleva la adquisición de la sabiduría interior que no sería otra cosa que el tesoro oculto que el dragón guarda. Es el mal necesario que hay que vencer, es el guardián de lo que nos está oculto.
Del mismo modo, el historiador argumenta que esa sabiduría posee un simbolismo basado en los cuatro elementos de la naturaleza: el fuego, lo que escupe el Dragón; el Aire, sobre lo que domina; la Tierra, donde tiene su esconde; y el Agua donde a veces tiene su morada. Dominar al Dragón también es dominar la Naturaleza expresada en estos cuatro elementos, muy propios de la tradición esotérica.
Así, la figura del Dragón se convierte por un lado un símbolo asociado a Satán y a la maldad y, al mismo tiempo y de manera casi inconsciente, la victoria del Dragón es una victoria sobre la Naturaleza, una lucha contra el interior de uno mismo y de donde se obtiene la sabiduría.