¿Para qué entrar en una orden? Esta es una pregunta muy común, que me han hecho muchas personas a lo largo de los años, y que cada vez tiene más sentido hacerse. Quiero decir, hoy en día, con la cantidad de información disponible al alcance de todos, cuando a un clic tenemos disponible cualquier libro que queramos y en foros abiertos de Internet la gente comparte abiertamente sus experiencias, ¿no puedo aprender y practicar de forma solitaria?
Es una buena pregunta, que me ha llevado a plantear esta serie de artículos sobre el tema que hay en el fondo de la misma: qué es la iniciación, que significa para la vida del adepto y quienes pueden acceder o no a ella.
Empecemos por lo más básico de todo: la información no significa conocimiento. Es una idea muy simple, pero real. Siempre ha habido esa casta de personas, llamados irónicamente por los iniciados “ocultistas de sillón”, que se dedican a coleccionar tratado sobre tratado, libro sobre libro, sin que nunca haya un proceso real de transformación interior. Amasan ideas de manera intelectual, pero esas ideas nunca llegan a convertirse en actos que puedan poner en peligro el confort de su vida profana. Sobre esas ideas, sus endebles egos temporales crecen y se convencen a sí mismos de haberlo alcanzado ya todo.
Hay, por otro lado, quienes practican, pero constantemente muestran la carencia de una disciplina real. En su práctica existe cierta falta de coherencia interna, cierto punto que no se logra sobrepasar. Esto lo vemos tanto en quienes saltan de un fin de semana de ayahuasca a un fin de semana de meditación a un fin de semana chamánico o de cuencos tibetanos, como si los estados de conciencia fueran el objeto de su consupción desmedida, tanto como a los que mezclan ideas y paradigmas en su práctica sin nunca llegar a existir un compromiso final con una de ellas y, por ello, no alcanzar a ver nunca la realización que esos caminos proponen.
Contestando a estas dos formas ilusorias del camino espiritual, las órdenes esotéricas y mágicas proponen una vía diferente: la iniciación, que es la razón verdadera del para qué uno podría pensar en unirse a una Orden de tal tipo.
Pensemos en la egoidad profana como en una isla rodeada de diferentes continentes: cada uno de ellos representa un estado de conciencia realizado, una ciudadanía, en una corriente espiritual concreta. Todas ellas son, en principio, posibles y todas pueden ser escogidas por el yo para alcanzar una realización espiritual. Dependerá después de las características de la personalidad, las exigencias de la senda y las circunstancias del momento concreto que realmente se llegue a ver la consumación de dicho anhelo o no.
Una orden iniciática, siguiendo esa imagen, es entonces un puente labrado entre la corriente y el estado de conciencia profano. La espiritualidad siempre es iniciática, en ese sentido, porque siempre es un proceso en el que uno parte de su estado actual para construir una existencia, un numen simbólico, una hipóstasis ontológica que representa la cristalización de las posibilidades latentes del espíritu humano en la manera concreta de realización espiritual de la senda escogida.
Ni todas las tradiciones son iniciáticas ni todas, por ello, conllevan una transformación real del estado de conciencia. El conocimiento necesario para que ese puente sea útil, para que el proceso realmente resulte transformativo para la conciencia, no está presente en todos los caminos. Por ejemplo, las religiones exotéricas no tienen, a excepción de una o dos, un conocimiento, una gnosis, real que pueda transformar el estado de conciencia profano.
Las órdenes esotéricas que todavía tienen esa capacidad, en cambio, establecen varios puntos en el recorrido que proponen que van a delimitar, concentrar y propiciar el aspecto transformador de la senda espiritual, casi siempre, si se ha hecho bien, de forma irreversible. A través de ejercicios, rituales iniciáticos, pruebas de carácter, trabajos de profundización espiritual y de confrontamiento con la realidad, la egoidad profana será deconstruida, atravesada por las fuerzas espirituales de la corriente específica y transformada, transmutada, de su condición profana en una conciencia iniciada, con una ciudadanía espiritual concreta.
Esto que digo, sirve para muchas tradiciones esotéricas e iniciáticas, tanto de la Mano Derecha como de la Mano Izquierda, y por eso es importante entender que el proceso que uno empieza en un Sendero tal es radical, es desfigurador de la propia identidad personal y su transformación espiritual no tiene, a menudo, marcha atrás. Por eso, siempre hay que tener claro en qué deseamos convertirnos antes de entrar en una Orden similar y escoger en consecuencia de que nación, de que eón espiritual, deseamos la ciudadanía.
Entonces, cuando alguien que me hace la pregunta ya ha obtenido respuesta, su siguiente pregunta suele ser siguiente: ¿puedo entrar entonces a la iniciación en tu Orden?, a lo que suelo responder, ¿no sé, puedes?
Porque no todos pueden, aunque quieran, vivir un proceso iniciático, mal que nos pese, tema que trataremos en el siguiente artículo.