Por: Astabel
Los solsticios han sido una preocupación permanente del hombre y su origen se encuentra en el sol. Etimológicamente, “solsticio” viene del latín solis statio, lo que puede traducirse como “sol parado” o “detenido”. Así mismo, sabemos también que esta festividad ha sido venerada desde la prehistoria, ya que para los antiguos una noche de corta duración era algo importante: había menos oscuridad y eso les predisponía menos a las bestias nocturnas. Pero, ¿por qué se produce esto? ¿Por qué los días no tienen la misma duración?
Esto es así porque el eje de rotación terrestre está inclinado 23°26′ con respecto a su plano de traslación. A esto se le llama “eclíptica”. El plano de la eclíptica es el recorrido aparente anual del Sol observado desde la Tierra. Este plano está inclinado el mismo ángulo (23°26′) con respecto al ecuador terrestre. La inclinación del eje de rotación es también el responsable de las estaciones, siendo el verano del hemisferio correspondiente cuando el eje de rotación está más inclinado hacia el Sol.
Con el paso de las estaciones y el descubrimiento de la agricultura, el hombre de entonces oficiaba una ceremonia en la que pedía al Sol que no se apagase completamente y miraba los astros del cielo esperando las buenas cosechas, abundancia y fertilidad.
Para representar el movimiento de los astros se utiliza la esfera celeste, la cual es una esfera ideal centrada en la Tierra. En astronomía se utiliza la esfera celestre centrada en el observador, su vertical es el Zenit y el Nadir. En este sistema de referencia local todos los objetos fijos describen un movimiento aparente alrededor del eje de rotación terrestre que coincide con la estrella polar (en el hemisferio norte). Es el denominado Eje del Mundo.
Los antiguos babilonios fueron más allá de la observación empírica y desarrollaron técnicas y herramientas que les permitieron calcular y predecir matemáticamente las órbitas de los planetas y de las estrellas. Así, los textos babilónicos del siglo VII a.C. en adelante, incluyen informes sobre la posición de los planetas, la Luna, el Sol o algunas estrellas en relación a las llamadas constelaciones zodiacales.
Tanto el trópico de Cáncer como el trópico de Capricornio tienen una relación directa con el solsticio. Son la línea imaginaria en la Tierra en la que los rayos del Sol inciden completamente verticales en el instante del solsticio. Los nombres de los trópicos de Cáncer y Capricornio se refieren al mes/signo astrológico al que corresponde el día del solsticio: el 21 de junio corresponde al día 1 del signo de Cáncer, y el 22 de diciembre al día 1 del signo de Capricornio. Sin embargo, y en cuanto al firmamento se refiere, en el solsticio de verano del hemisferio norte, el Sol está en el primer grado del tramo de Eclíptica abarcado por la constelación de Tauro, y en el otro solsticio está en el 4º día en la constelación de Sagitario, de modo que sus nombres astronómicos son Trópico de Tauro y Trópico de Sagitario. Volviendo a lo anterior, se afirma que a las 12 horas solares en el trópico de Cáncer del 21 de Junio el Sol se encontrará exactamente en el centro de la esfera y, por tanto, en ese momento los objetos no tendrán sombra. Esto no ocurre a otras latitudes. En nuestras latitudes es en el Solsticio de verano cuando el Sol al mediodía tiene la altura máxima. Mientras que en el solsticio de invierno es cuando la altura del Sol al mediodía es la menor del año.
Para que los fenómenos observados no dependan del punto de observación, se utiliza la esfera celeste centrada en los polos celestes. Si en esta esfera celeste, proyectamos el movimiento aparente del sol, tenemos la eclíptica. Y si proyectamos el ecuador, tendremos el ecuador celeste.
Estos dos planos se cortan en dos puntos que son los dos equinoccios (de primavera o punto Vernal, punto Aries, y el equinoccio de otoño, Libra). Y los puntos en los que la eclíptica está más alejada del ecuador son los solsticios. De verano e invierno, dependiendo del hemisferio correspondiente.
Teniendo, pues, al Sol, los planetas y las estrellas como guías en el firmamento, el hombre sabe que el solsticio de verano marca el momento en el que todos los cultivos de invierno debían haber sido cosechados y los de verano debían estar sembrados. Como consecuencia, la ceremonia de celebración incluyó dos motivos: agradecimiento al Sol por las buenas cosechas y petición de fortaleza y productividad para las siguientes.
En la cultura celta la festividad se dividió en dos: por un lado, estaba la Beltane, en la cual se celebraba la unión del cielo y la Tierra, originando como consecuencia una extraordinaria y fecunda primavera; y, por otro lado, encontramos el Solsticio, una fiesta en la que se pedía a los dioses y a los espíritus menores de la naturaleza la fertilidad de las tierras y de las parejas.
En la cultura clásica, Roma y Grecia, los festejos del solsticio de verano tenían gran importancia. Los antiguos griegos celebraban el inicio de un nuevo año. El mes de junio era también el de la adoración a Ceres, Demeter, diosa de la agricultura, que fue de las más veneradas en ambientes rurales. El 24 de junio, San Juan, era el día del dios Jano, señor de los solsticios y amo de las puertas, ya que en la creencia grecolatina el solsticio de verano era la puerta por la cual los hombres pasaban al mundo de los dioses, mientras que en el solsticio de invierno el proceso se invertía.
Con la llegada del cristianismo, la inmensa mayoría de los ritos y festejos fueron adaptados por una religión que pretendía imponerse hasta en las fiestas más arraigadas, y que suplantó e hizo suyas todas las ocasiones festivas y sus rituales. Para la festividad del San Juan utilizaron un pasaje del Evangelio de Lucas en el que se narra que Zacarías, padre de San Juan Bautista, sintió tanta alegría al nacer su hijo de Isabel (su mujer ya anciana), que se dedicó a encender hogueras por los alrededores de su casa para que todos los vecinos fuesen a conocer el milagro de la buena nueva. Se adoptó la fecha del 24 de junio, como fiesta del hijo, San Juan Bautista y, por tanto, las hogueras se encienden cuando empieza el día, a medianoche.
Hemos de decir que todos estos días de festividades puestos en el calendario desde antaño, no son fijos, sino que pueden variar. ¿Por qué? Porque la orientación del eje de rotación de la Tierra gira alrededor del polo de la eclíptica con un periodo de unos 26.000 años. Esto quiere decir que es un movimiento de “precesión” y que hace que los solsticios (y por ende, los equinoccios) precesen. Esto es, que varíen con el tiempo. Así, en los últimos 20 siglos, el punto solsticial del solsticio de verano (en el hemisferio norte) ha cruzado toda la constelación de Géminis y ha llegado a la de Tauro, y antes había recorrido la de Cáncer. Visto de otra forma: el eje de rotación que apunta actualmente hacia la estrella Polaris, en el 1.400 apuntaba hacia Vega y entre el 2.900 y el 2.700 a. C., apuntaba hacia Thuban (una estrella de la Costelación del Dragón). Hacia el 1.900 a. C., la estrella Kochab comenzó a sustituir a Thuban como estrella polar.
Llegados a este punto, es de importancia tener en cuenta a la Luna, ya que el hecho de que el plano de la órbita lunar no coincida con la eclíptica, produce el movimiento de nutación, que es un ligero bamboleo del eje de rotación que tiene una amplitud pequeña y un periodo de 18,6 años.
A esto se le añade que la propia órbita de la Tierra está perturbada por otros cuerpos astronómicos del Sistema Solar. Estas variaciones son complejas, pero podemos afirmar que unos pocos ciclos concretos dominan sobre otros (ciclos de Milanković).
Podemos complicarlo un poco más y considerar que la Tierra no es completamente rígida ni su eje de rotación es un eje de simetría. Por lo que los polos celestes de la Tierra varían con respecto a los polos geográficos. Es lo que se denomina movimiento polar. Y aún más, grandes terremotos son capaces de modificar el eje de rotación.
Además, la tierra va disminuyendo su velocidad de rotación. Este fenómeno se conoce como “fricción de las mareas”. La marea se origina por efecto gravitatorio e inercial de la Luna sobre la Tierra. La marea es un abultamiento que se produce en la dirección del eje que pasa por los centros de gravedad de la Tierra y la Luna. Este abultamiento sigue a la Luna en su órbita, pero como la Tierra rota, arrastra la posición del abultamiento, situándolo ligeramente por delante del eje entre la Tierra y la Luna. Como consecuencia de esta desviación, una cantidad considerable de la masa del abultamiento no se encuentra alineada con el eje Tierra-Luna, lo que ocasiona una atracción gravitatoria extra, creando un par de fuerzas entre la Tierra y la Luna. Este par está acelerando a la Luna en su órbita, y desacelerando la rotación de la Tierra. Como resultado de estos cambios el día medio solar, que tiene 86400 segundos, se está volviendo progresivamente más largo. Es decir, la velocidad de rotación de la Tierra va disminuyendo. Actualmente se mide mediante relojes atómicos de gran precisión. Pero también el registro pasado de eclipses por los babilonios, egipcios y chinos nos informa sobre cuál era la velocidad de rotación de la Tierra en el pasado histórico.
Aunque hayamos explicado todo lo anteriormente expuesto, a nosotros, dentro de nuestra cotidianeidad, nos puede parecer que todos los años acaban y se inician de igual manera: de días de más sol a otros de menos sol; de días de más calor a días de más frío, etc.
De niño, asocié el inicio del verano con sensaciones agradables, no sé si era debido a que empezaban las vacaciones, pero sigo percibiendo lo mismo de adulto, tiempo, en el que desde luego, no necesariamente empiezan las vacaciones.
Era un momento en el que envolvía el pensamiento un agradable equilibrio, un calor fresco en el que la luz irradiaba el campo de mi pueblo, en el que aún se permitía aparecer un tímido verdor entre las espigas doradas de cereal que entonces poblaban sus alrededores.
Ese antes, lejano en las mentes, pero no tanto en el tiempo, era un antes en el que pisábamos más descalzos la tierra, en el que no teníamos pudor de coger el barro, en el que el agua mojaba sin miedo, en el que no mirábamos a la luz del Sol pensando en unas gafas; era un antes en el que no sabíamos de los demás más que por la sensación de tenerlos cerca con un pensamiento o presencia sinceros, sin adulterar, sin edulcorantes.
El antes que pienso, en ese antes que esbozan mis pensamientos, quizás estuviésemos más alineados con el latir de la vida que nos rodeaba. Se vivía la fraternidad entre familias, vecinos, hermanas, hermanos. Esta fraternidad también se mantenía con la tierra que pisábamos. Algo había no escrito, algo había que hacía que todo estuviese equilibrado, armónico, sin necesidad de cursos, videos, charlas de expertos, teléfonos, redes sociales, etc.
He de decir, que expuesto así el pasado, parece que no existiera lo disarmónico entonces, cuestión que no es real. Es un defecto sublimar el pasado en contraposición al presente, defecto mío en estos momentos, pero no por ello hay que desdeñar como modelo a seguir la armonía que apreciamos en el pasado desde el presente.
Para algunas personas, este un tiempo de transformación en que pareciera que el sol se detiene para hacer un alto en sus actividades o su trabajo; es un tiempo de introspección y de mirar al interior, de evaluar si se han cumplido determinadas cuestiones o no; coloquialmente dicho, para ver cómo van las cosas. Así, cada cual regresará después a sus labores con más energía y disposición para superar los desafíos que se le presenten.
Se me ocurre, aprovechando el cenit del Sol, que este momento podría ser bueno para mirar al pasado, para tomar consciencia de lo que hemos venido haciendo meses atrás, si está alineado con lo que verdaderamente, mirando hacia nosotros mismos, es lo que creemos que es una vida en armonía con nosotros y lo que nos rodea. Que esto sirviera para mantener lo armónico del pasado y así, armonizar el futuro, desde el presente, desde nuestra consciencia y mirada hacia nosotros mismos. Se podría tratar incluso de un punto de inflexión de absoluta consciencia en el que reconocemos el acierto y el error, para posteriormente redirigir nuestro trabajo y nuestras vidas.
Disfrutemos de la Tierra en este singular día del Solsticio de verano. Sabemos que a partir de este máximo, el tiempo solar se va a ir contrayendo progresivamente. Disfrutemos de la primera luna llena en junio (boreal) denominada “Luna de miel” desde la prehistoria. Hagamos hogueras para animar la fuerza del Sol.