El sistema nervioso se compone por un tipo de células específicas denominadas neuronas. La peculiaridad de las mismas reside en su capacidad de funcionar y comunicarse entre ellas a través de dos procesos, uno eléctrico y otro químico.
En el proceso químico intervienen, principalmente, dos componentes: las neurohormonas y los neurotransmisores. De este modo, cuando una neurona libera neurotransmisores en respuesta a un estímulo eléctrico, estos neurotransmisores atraviesan una suerte de brecha entre dos neuronas y se unen a receptores específicos para este neurotransmisor, en la membrana de otra neurona u otra célula diana. Este proceso se denomina sinapsis. Esta unión desencadena cambios eléctricos en la célula receptora, lo que puede provocar la generación de un nuevo estímulo eléctrico y continuar la transmisión de la señal a lo largo del sistema nervioso.
El proceso eléctrico es diferente. Las neuronas están especializadas en la generación y conducción de señales eléctricas, que se propagan a través de los denominados axones, los cuales son largas extensiones que poseen estas células. Estas señales eléctricas se conocen como potenciales de acción y son el medio principal a través del cual las neuronas transmiten información dentro del sistema nervioso.
En resumen: la electricidad permite la rápida transmisión de señales a lo largo de las neuronas, mientras que los procesos químicos permiten la comunicación entre las neuronas mediante la sinapsis.
Este es el modo en el que se logra no solo el movimiento, sino también la cognición, los recuerdos, las evocaciones, las emociones y los estados de ánimo. Es decir, este proceso provoca aquello que no es material pero que existe y que percibimos.
Atendiendo a lo que nos ocupa, la trasmisión eléctrica, el cerebro produce diferentes tipos de ondas cerebrales, que se pueden medir mediante una electroencefalografía (electroencefalograma o EEG). Estas ondas cerebrales están asociadas con diferentes estados de conciencia, emociones y funciones cognitivas:
-Ondas Delta (0.5-4 Hz): Asociadas con el sueño profundo y la regeneración física.
-Ondas Theta (4-8 Hz): Presentes durante estados de relajación profunda, meditación y sueño ligero.
-Ondas Alfa (8-12 Hz): Relacionadas con estados de relajación, calma y atención enfocada.
-Ondas Beta (12-30 Hz): Presentes durante la actividad mental consciente, el pensamiento racional y la resolución de problemas.
-Ondas Gamma (30-100 Hz): Asociadas con estados de alta concentración, percepción sensorial y conciencia superior.
Los sonidos externos pueden influir en la actividad de las ondas cerebrales y, por consiguiente, en el estado mental de una persona. Hay ciertos tipos de música, como la música clásica o la música ambiental, que pueden inducir estados de relajación y aumentar la actividad de las ondas alfa en el cerebro. Un caso similar ocurre con los mantras, la actividad de rezar y otras prácticas de meditación que involucran la recitación de sonidos repetitivos. Es decir, determinados sonidos pueden conducir a un aumento en la actividad de las ondas alfa en el cerebro. Esto se debe a que la repetición de sonidos o palabras en un ritmo constante y suave puede inducir un estado de calma mental y relajación, lo que se refleja en una mayor predominancia de las ondas alfa en el EEG.
Este cambio en el EEG provoca, a su vez, alteraciones químicas y neuroplásticas en el cerebro, lo que se traduce en un fortalecimiento y reorganización de las conexiones neuronales que permiten estados mentales más equilibrados y pacíficos a largo plazo. Es decir, el cerebro aprende a relajarse, meditar y, en definitiva, a entrar en un estado en el que predominan las ondas alfa.
Al igual que ocurre con las ondas alfa, el cerebro también aprende o se habitúa a adoptar más fácilmente otras ondas cerebrales según el tipo de estimulación al que sea sometido. Las ondas sonoras, por consiguiente, son un modo de estimular al cerebro afectando a su funcionalidad.
A pesar de que la ciamática, que es el estudio de cómo las vibraciones sonoras pueden afectar la materia física, no está desarrollada al completo, sí es cierto que las vibraciones sonoras pueden generar movimientos en la materia, lo que a su vez puede producir sonido.
Cuando un objeto o material físico es expuesto a vibraciones sonoras, estas vibraciones pueden interactuar con la estructura molecular o la geometría del objeto. Dependiendo de la frecuencia y la intensidad del sonido, estas interacciones pueden producir una variedad de efectos, como movimientos, deformaciones o patrones de vibración en la materia.
En este contexto, una forma visual o física emite un sonido a través de vibraciones sonoras, que interactúan con la forma o estructura del objeto para producir un efecto audible. Este efecto puede ser percibido como sonido cuando las vibraciones generadas por la materia alcanzan el medio circundante, como el aire, y producen variaciones en la presión del aire, que son detectadas por el oído humano como sonido.
El concepto de que cada forma puede emitir un sonido, y que cada sonido posee una forma, implica una interconexión entre la materia y la energía. Así, un sigilo podría ser potenciado por sonidos específicos. De esta manera, consonantes y vocales, y determinadas vocalizaciones emitidas en las frecuencias adecuadas, podrían amplificar el poder de un sigilo, que actuaría como catalizador. Este fenómeno puede explicarse a través de la resonancia, donde ciertos sonidos inducen vibraciones que sincronizan con las estructuras geométricas del sigilo, incrementando su efectividad. Asimismo, un sigilo podría potenciar el poder de una palabra, si la estructura del sigilo y la frecuencia de la palabra son las adecuadas.
Una extensión de esta teoría sugiere que las frecuencias asociadas a imágenes o formas pueden traducirse en impulsos eléctricos. En un futuro hipotético, podría ser posible conectar electrodos a un sistema que permita visualizar y sentir estas formas a través de impulsos eléctricos. Este enfoque se basa en la premisa de que la información vibracional contenida en una forma puede ser codificada y transmitida como señal eléctrica perceptible.
Actualmente, la investigación en neurociencia y tecnología de interfaces cerebro-computadora (BCI) explora cómo las señales eléctricas pueden ser interpretadas y manipuladas para interactuar con el cerebro humano. Una vez lograda la codificación de las frecuencias de formas e imágenes en impulsos eléctricos específicos, sería posible experimentar visual y táctilmente estas formas, proporcionando una nueva dimensión a la percepción humana.