Ellos tienen algo que tu no, una filosofía y eso es lo que los hace peligrosos
Videodrome, 1983
La caída post sesión es un fenómeno que puede experimentar cualquier practicante de BDSM, independientemente del rol que asuma. Consiste en un derrumbe físico y/o emocional tras la sesión.
Este evento se atribuye a la respuesta orgánica que se presenta tras haber soportado un elevado nivel de excitación y/o intensidad sexual. Asimismo, entran en juego determinados factores psicológicos de culpa o malestar personal, derivados de la educación y preceptos sociales normativos.
La caída post sesión se experimenta de forma diferente según cada persona. De este modo, puede aparecer únicamente como un cansancio fisiológico, pero lo más frecuente es que se acompañe de un malestar emocional. Asimismo, es posible que únicamente se distinga el declive emocional aislado de cualquier signo físico. Así que, mientras que algunas personas lo describen como un gran cansancio o agotamiento, otras exponen sentimientos de perturbación, tristeza, soledad, negatividad o decaída del estado de ánimo.
No todas las personas que practican BDSM han experimentado la caída post sesión. Por el contrario, hay quien siempre lo sufre y, en otras ocasiones, hay quien lo distingue alguna vez.
Es también frecuente que un switch sufra de caída post sesión únicamente cuando desempeña uno de los dos roles.
La caída post sesión fisiológica es fácil de comprender, ya que algunas sesiones pueden durar más de una hora y, en ellas, el esfuerzo que se realiza es mayor que en una práctica vainilla. Así, si una persona tiende a presentar cansancio tras cualquier práctica sexual, es lógico que, tras una sesión, este sea sumamente intenso.
La caída post sesión psicológica o emocional no es comprendida por muchos tan fácilmente, sobre todo para aquellos que nunca la han sufrido. Si se trata de un acto consentido, que se elige y que se busca, ¿por qué algunas personas tienen sentimientos de culpa? Esto se explica por la educación recibida y por los preceptos sociales normativos. A pesar del ateísmo que pueda ostentar cada cual, la educación en la cultura occidental, no deja de tener unas bases judeo-cristinas, en las que la sexualidad es tabú o está mal considerada. No en vano, el sexo para no procrear, el que se acomete por propio disfrute, es considerado como pecaminoso dentro de algunas bases cristianas. La moral social se sustenta bajo unos cimientos erigidos por creencias religiosas. Por muy poco creyente que se sea y por mucho que se esté privado de reticencias decorosas, nuestro sentido de aquello que está bien y aquello que está mal no deja de tener sus raíces.
Asimismo, determinadas corrientes de pensamiento psico-filosóficas, a través de libros y metodologías de autoayuda, bombardean sin miramientos ideas que, según estas teorías, son las correctas para ser feliz y vivir una vida plena. Esto, adulterado con la moda de patologizar todo aquello que esté al alcance de poder ser tratado, hace que cualquier sexualidad alternativa en general, y que el BDSM en particular, despida perfiles de parafilia, y más aún cuando los principales manuales diagnósticos en psicología y psiquiatría (CIE y DSM) consideran el sadismo y el masoquismo como trastornos mentales. Si nos atenemos a esto, ¿a qué persona equilibrada le gratifica sentir dolor o que la aten o la humillen? Y, ¿quién se presta a hacerlo sino un sádico o maltratador? La explicación, derivada de este tipo de corrientes, es que aquel que suministra el dolor y la humillación no es más que un sádico que se aprovecha de alguien mentalmente perturbado que se deja subyugar, aunque ninguno de los dos sea consciente de ello. Situados en este punto, no es extraño que sean muchos los que reconsideren si padecen una enfermedad mental por disfrutar del dolor o de la humillación o por recrearse proporcionándolo.
Todos estos factores provocan que sean muchas las personas con sentido de culpabilidad, remordimientos o afectación al ánimo tras una sesión.
¿Cómo se puede solucionar esto? Una respuesta lógica sería replantearse los factores que lo pueden provocar y convencerse de que no hay motivos para obedecer a los mismos. Pero este proceder no es tan simple. Los valores personales y las propias filias y/o fobias no son maleables ni cambian únicamente por la reflexión. Se trata de sentimientos, emociones y el modo en el que se percibe la realidad. Aunque pensar sobre ello y saber el motivo que incita este fenómeno puede ser de ayuda, no es suficiente para eliminarlo por completo.
Un modo de paliar la caída post sesión son los cuidados post sesión (aftercare). Este procedimiento consiste en una serie de acciones basadas en una atención tanto física como psicológica, que el Dom o el sumiso proporciona al otro después de una sesión. El fin de este procedimiento es minimizar el posible impacto de una sesión para evitar el efecto de la caída post sesión.
¿Son los cuidados post sesión o la reflexión medidas suficientes como para eliminar la caída post sesión? No. La experiencia, a través de los años, de la práctica BDSM puede hacer que este tipo de sensaciones vaya desapareciendo, pero tampoco es una garantía. El pudor, la vergüenza y, en definitiva, la moral son elementos inherentes a cada persona e intransferibles. Son factores que son difícilmente sustituibles o flexibles y que implican que emerjan unas u otras emociones o sentimientos. Y, por infortunio, no hay peor compañero de cama como la moral.