Arquetipos: ¿Para qué?

Arquetipos

Por, Alex C. S.

Por, QQ. Frater Mefistófeles (CDMX)

Colaboración con Templo de Satán Chile

Al inicio de la película “Dragón Rojo” (Brett Ratner, 2002), el protagonista, Will Graham (Edward Norton) visita al psiquiatra Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) en su casa. Graham le cuenta al psiquiatra que el perfil del asesino serial que buscan, está mal elaborado. Sin saber que el psiquiatra es el asesino que busca, Graham le cuenta los detalles de su descubrimiento. Lecter mantiene la calma y cita al protagonista para el siguiente día y lo deja un momento en su consultorio. Graham se levanta y hurga entre los libros del psiquiatra y se encuentra con un Larousse gastronómico y descubre que su anfitrión es el asesino al que ha estado buscando. Al volverse, Lecter lo apuñala. Al tenerlo en el suelo, le susurra la admiración que siente por él: “Admiro tu coraje”, le dice “creo que me comeré tu corazón.”

Esa frase (me comeré tu corazón) es el epítome de un rasgo humano que nos acompaña desde la época de las cavernas, y probablemente antes: querer atrapar la sustancia o esencia de aquello que admiramos, que nos asombra o lo que aspiramos a ser.

El hombre de las cavernas, hacía pinturas donde plasmaba su ideal, y hacía rituales y amuletos para facilitar la cacería, para volver vivo de sus expediciones y, caso contrario, poder ir hacia el “otro mundo” con los atributos que le distinguieron en vida. Las tumbas, donde se les sepultaba con sus escasas pertenencias, dan cuenta de esto. Los entierros contenían armas, talismanes, escudos, ídolos y objetos de la más diversa índole.

Conforme los humanos fueron evolucionando, estos rituales se hicieron más complejos. La observación y conocimiento de las estaciones que se seguían unas tras otras, el comportamiento de los animales a los que aprendieron a seguir en sus eternas migraciones, el perfeccionamiento de las herramientas de cacería para ser más eficientes, el descubrimiento y posterior manejo del fuego, y la magia que de ese conocimiento se desprendería.

Y una vez más, la elaboración de danzas y rituales para poder manipular a la naturaleza. La confección de máscaras de animales, sobre todo de grandes depredadores, que se vuelven en los primeros arquetipos a seguir. ¿Quién no ha deseado tener la agilidad de los grandes felinos? ¿Aullarle a la luna al lado de una manada de lobos? ¿Tener la visión y la velocidad de vuelo de las águilas o los halcones?

¿Qué, si no, son los grandes superhéroes y villanos?

Pero, eso no queda ahí. Esto no necesariamente es un asunto de niños queriendo ser Batman o Spider Man. Cambiar nuestros nombres “de pila” es algo por demás común. Cuando obtenemos nuestro título universitario dejamos atrás nuestro nombre y pasamos a ser “El Profesor”, “El Maestro”, “El Arquitecto”, “El Ingeniero”, “El Abogado” etc.

Los líderes de la iglesia católica (desconozco si en las otras grandes religiones suceda lo mismo) que asciende al puesto de Papa, cambian su nombre de civil por su arquetipo eclesiástico, a saber: Jorge Bergoglio es ahora conocido como Francisco, Joseph Ratzinger, otrora miembro de las juventudes nazis, ocupó el solio de San Pedro con el nombre de Benedicto XVI y el defensor de pederastas Karol Wojtyla, fue conocido como Juan Pablo II.

En las iniciaciones de los que hemos elegido el camino del Satanismo, también renunciamos a nuestros nombres civiles para reconocernos entre nuestra fraternidad con nuestros nombres arquetípicos.

Capturar la esencia de aquellos a quienes admiramos, nos asombran o quienes aspiramos a ser, toma un nuevo significado. Evidentemente debemos de estudiar a las entidades y conocer sus atributos, pues deberemos elegir el Nombre de aquel que se ajuste más a nuestra personalidad y que sea reflejo de nuestros pensamientos, sentimientos y estados de ánimo o de aquello a lo que aspiramos a ser.

Este sendero demanda mucho de quien se adhiere a él, pues para conocer a nuestro arquetipo debemos empezar por conocernos a nosotros mismos. “Nosce te ipsum”, es la frase que recibía a los viajeros en el Templo de Apolo, en Delfos. “Conócete a ti mismo” es una máxima de quienes eligen este camino. Escoge sabiamente pues, así como nuestro nombre determina mucho de lo que somos, nuestro arquetipo determinará mucho de lo que seremos, pues es parte de lo que anhelamos ser.

Para finalizar, quiero enviar un fuerte abrazo a mi Frater Sagasti, miembro del Templo de Satán Chile quien pasa por momentos complicados de salud física. Sagasti, aunque sé que te encuentras de buen ánimo, te llevo en mis pensamientos deseándote pronta recuperación. Me seguiré uniendo junto con toda nuestra fraternidad a las Invocaciones de Compasión que se han hecho a tu nombre. Desde México, te envío mis mejores deseos.

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