Satanismo, o el nacimiento de una filosofía de la liberación

Baphomet Oklahoma

¿Cómo es posible que haya existido un sistema de ideas que, pasado por religión, haya causado tanta agonía, dolor y muerte? La respuesta es bastante simple: el idealismo cristiano. El cristianismo se ha impuesto como una religión, construida primero como filosofía, que subordina la supuesta vida extraterrenal y eterna a la vida terrena y mortal. Su principio se sostiene en la idea de que todo el dolor que se sufra en la tierra será recompensado en el cielo. Nunca una filosofía había sido tan enemiga de la propia vida humana. Si el cristianismo se ha impuesto como un enemigo de la vida, es necesaria la existencia de otra religión que sea amiga de esta: el satanismo.

El concepto fue usado por primera vez en Estados Unidos por Anton LaVey en el año 1966. Hace referencia a la construcción de una ideología, o si se quiere ser más exactos, a una religión, entendida esta como una disposición, una forma de ver y estar en el mundo que está seguida de un rito y un dogma, esto es, su filosofía. Sus bases se asientan en la filosofía de Friedrich Nietzsche y el ocultismo, en cierto sentido bastante teatral, de Aleister Crowley.

El satanismo basa su génesis en el mito cristiano recogido en la Biblia sobre Satanás, llamado Lucifer antes de su caída, quien se rebeló contra Dios. En este sentido, el satanismo moderno entiende a Satán como una alegoría del “eterno rebelde”, como una la fuerza instintiva primaria, mostrando al ser humano como realmente es: un animal. Podríamos decir que el satanismo niega la dualidad entre cuerpo y alma, rechaza la idea de que el ser humano sea bueno o malo por naturaleza. En este sentido, entiende al ser humano como un animal más de dos piernas que camina sobre la faz de la tierra.

Cuando Anton LaVey —el fundador de la Iglesia Satánica— publicó su libro La Biblia Satánica[1], lo hizo de la manera que nadie esperaba. El libro, escrito de forma sarcástica, establece un fundamento filosófico y vitalista bastante arraigado en el pensamiento decimonono de Nietzsche.

Tanto para Nietzsche como para LaVey, el cristianismo se impone como una religión que atenta contra la propia vida, al negar los placeres vitales y naturales del ser humano. Se trata de una negación de lo que somos como ser humano, como existencia pensante, como existencia deseante y como existencia sufriente. Y es que, en efecto, nadie puede negar hoy en día el hecho de que los seres humanos pensamos en el destino de nuestras vidas, deseamos tener una vida más fácil y gratificante, a la par que sufrimos cuando fracasamos en muchos de nuestros actos. El cristianismo, sin embargo, se impone como la filosofía de la resignación. “Tú, ser sufriente, no desees; si deseas, arrepiéntete; si gozas, sufre; y si sufres, serás recompensado” Pero ¿por quién? Es la pregunta a la que todavía, después de 2.000 años de historia humana, nadie ha podido contestar.

La importancia que el satanismo tiene en nuestros días estriba en el hecho de que se trata de una religión materialista, no teológica, antiespiritualista y racionalista que busca, ante todo, el pleno desarrollo personal. En cierto sentido, se la ha calificado como una ideología individualista que pone el interés personal por encima del colectivo. Sin embargo, esta afirmación es falsa. Los detractores del satanismo (casi todos idealistas, moralistas, puritanos…) esgrimen que la búsqueda de la satisfacción personal va en contra de la satisfacción general. ¿Alguien podría dedicarse por entero a auxiliar a los demás cuando no es capaz de hacerlo consigo mismo? Si en la vida de una persona las cosas van mal, lo primero que desea es intentar dejar de sufrir y salir del agujero en el que se encuentra. Cuando ocurre esto, comúnmente se suele atribuir a las personas cierto tinte de egoísmo. Sin embargo, tal y como dijo el filósofo Slavoj Žižek, “una persona malvada no es egoísta ‘cuando piensa sólo en sus propios intereses’. Un auténtico egoísta está demasiado ocupado preocupándose de su propio bien como para tener tiempo para causar mal a otros” (Žižek, 2009: 114).

Paralelamente a esto, en las últimas décadas, hemos venido asistiendo a una creciente criminalización y demonización del individualismo. Este concepto nos incita a pensar en un mundo apocalíptico en el que cada persona sólo es capaz de mirar por sí misma, donde el amor ya no existe, donde ni la compasión ni el afecto forman ya parte de la vida humana. Esta visión, totalmente falsa, condena toda forma de vida que no sea el colectivismo. Individualismo y colectivismo no son excluyentes. La sociedad está formada por un conjunto de individuos interdependientes entre sí (de ahí el colectivismo), que necesitan unir sus fuerzas para la conquista de muchos derechos sociales e individuales. De ahí, se entiende que el colectivismo es tan necesario para la vida como el individualismo; entendido este como una postura que busca el bienestar personal por encima del dogma social, del poder y la imposición por la fuerza de normas y costumbres que consideramos como negativas para nosotros mismos. Entonces, ¿cómo ha podido estar este concepto tan demonizado hasta la fecha?

El satanismo, por tanto, entiende al individuo como un ser limitado (frente al idealismo, que lo entiende como algo ilimitado) que en ocasiones no puede alcanzar ciertas metas por sí solo. Es ahí cuando entra el colectivismo como unión de individuos dispuestos a alcanzar un determinado fin. Por mucho que alguien se empeñe en cambiar por sí solo ciertas cosas, nunca podrá. Siempre necesitaremos de los demás para transformar la realidad que nos rodea.

Volviendo a la cuestión principal, la palabra egoísta posee un significado peyorativo en nuestros días. Se usa para designar a una persona que solo mira por ella misma y no por los demás. El egoísmo no es necesariamente negativo. No cuando se trata de buscar el bienestar que se carece. Su “supuesto” opuesto es el altruismo, aquel que solo desea el bien para los demás. Los altruistas suelen ser personas que tienen todas sus necesidades satisfechas, que son felices con sus vidas y desean la felicidad para los demás. El altruista ha sido primeramente egoísta, para después llegar a ser altruista. Y esta es una afirmación que tanto el idealismo como el puritanismo han intentado ocultar durante todo este tiempo, porque en su concepción, el bienestar personal no tiene cabida. En tanto, la gratificación personal es considerada como un mal que debe ser evitado a toda costa. El satanismo establece que, sin bienestar personal, difícilmente se puede lograr un bienestar colectivo.

En nuestras sociedades, dominadas por la ideología del catolicismo, la represión de los cuerpos es un hecho bastante preocupante. Las consecuencias derivadas de la negación del bienestar –y del placer– conllevan un malestar psicológico difícil de superar. La negación –y autonegación– del yo conlleva que, cada día, millones de personas se encuentren en una situación de frustración en la que se es incapaz de tomar decisiones por uno mismo. Esta situación, a veces, nos lleva a la aceptación por nuestro malestar, a la resignación y al hecho de tomar las cosas por “naturales” cuando realmente existe todo un corpus ideológico detrás que establece qué debe ser placentero y qué no.

En tanto, una de las características básicas de ese idealismo es el uso de la violencia —simbólica— como medio de ejercer el control y el dominio sobre los demás. Su expresión más clara es a través de la imposición de ideas y un cierto adoctrinamiento de la forma de ver la vida que pretende hacer pasar por naturales aquellas cosas que realmente están socialmente construidas. El sociólogo Bourdieu (cuya lectura recomiendo) dio cuenta de ello y lo calificó como una de las violencias más perversas y peligrosas (la simbólica), al ser casi invisible frente a los ojos de quien la sufre. Esa violencia también actúa contra su propio actor, como un cuchillo de doble hoja, le niega la realidad tanto a quien la ejecuta como a quien la padece. Se trata de una de sus características más notorias.

Respecto a la resignación —y represión—, su máxima se encuentra en el control de la sexualidad. En los seres humanos —y recientemente descubierto en algunas especies animales— el acto sexual ha conseguido separarse de su función biológica reproductora, otorgando placer y satisfacción en aquellos quienes la practican. El idealismo, por su parte, ha puesto todos sus esfuerzos en condenar la sexualidad humana. Se ha aliado con el androcentrismo patriarcal para condenar la sexualidad de las mujeres, calificando como putas a aquellas que decidían mantener el control sobre su cuerpo y sobre su vida. Han generado estructuras sociales para mantener ese control basado en el matrimonio y la monogamia. A las que han seguido el buen camino,las han calificado como vírgenes, esto es, puras. En su forma de entender el mundo, se ha establecido una dicotomía que actúa como opuestos: o se es virgen, o se es puta. Quien piense que son cosas del pasado, solo tiene que observar el discurso social producido por muchos jóvenes, tanto hombres como mujeres, en cuanto a la fluidez de relaciones afectivo-sexuales. El hombre que mantiene muchas relaciones es calificado como triunfador, la mujer que mantiene muchas relaciones es calificada como puta. Inversamente, el hombre que mantiene pocas relaciones es considerado como reservado, y la mujer que no quiere mantener relaciones es vista como una estrecha. A la vista está que para nada es cosa del pasado.

Sin embargo, lo que se considera clave para entender el éxito del cristianismo como sistema idealista es la exaltación a la pobreza. En un mundo donde la diferencia entre ricos y pobres es cada vez más abismal, la pobreza aparece como una condición negativa que dignifica la condición material de existencia humana. Su supuesto parte de que la humillación, la negación de poder y de riqueza material es un valor que “salvará” su alma, pues según su lógica, la pobreza es una virtud humana. Toda persona que diga ser materialista encontrará este fundamento como una falsedad. El materialismo dialectico — ya sea marxistas, anarquistas, satanistas (no son excluyentes entre sí) — entiende que uno de sus objetivos primordiales es la búsqueda de la riqueza, y su reparto equitativo entre los seres humanos. Para el catolicismo, y para el idealismo, la pobreza humana ha sido el hecho que le ha permitido mantenerse a flote todo este tiempo. La luz siempre necesita de oscuridad para brillar. Y la pobreza es, en efecto, esa oscuridad. El idealismo, con su visión del mundo, impide razonar y ver las causas sociales y económicas que provoca esa pobreza, ya sea por ceguera, ya sea por práctica de cierta idiotez humana.

Se practica aquello que llama “caridad”, que no es otra cosa que una ideología que pretende ocultar las causas de la desigualdad y perpetuar la situación de pobreza, hambre y miseria. Se eleva como defensa de los pobres y de los débiles cuando realmente se alimenta de ellos, pues sin la pobreza y sin la debilidad que los mantiene sumisos, el idealismo no existiría. Por tanto, se podría clasificar al idealismo como un parásito de lo humano, que se alimentan de la situación de millones de personas para sobrevivir. Sin pobreza, su misión en este mundo no tendría sentido.

Paralelamente, además de mantener una alianza con el androcentrismo patriarcal, el idealismo cristiano ha sabido mantener una muy buena relación con el sistema capitalista. Para ellos, la práctica del lucro personal a costa de la explotación y de la opresión de otras personas se justifica como una forma de maldad humana. Una maldad que, ojo, es necesaria para su supervivencia. Porque sin el pecado, sin la maldad humana, y sin la opresión, no tendría otra cosa que hacer aquí.

Así las cosas, el idealismo ha generado un ejército de muertos vivientes como ninguna otra ideología lo ha conseguido hasta ahora. Piénsese en todos aquellos sacerdotes reprimidos que pretenden convertir en vampiros a todos aquellos a quienes puedan capturar. La cifra es brutal. La respuesta a este hecho se explica cuando das cuenta de que todos ellos se encuentran con cierto resentimiento, que no han sido capaces de gozar y obtener bienestar personal para ellos mismos y, pese a su declarada incapacidad, pretenden hacerle lo mismo a los demás. Este es el verdadero mal y no el egoísmo, que solo busca el bienestar y el desarrollo personal.

En tanto, el satanismo se eleva como una filosofía revolucionaria, en cuanto es subvierte el orden establecido. Es una filosofía de la liberación, personal y humana. No es malvada en sus principios, sino que busca el beneficio personal a través de la gratificación. De la misma manera, tampoco se olvida del beneficio colectivo, ni de sus intereses; pues como seres humanos, nos preocupamos de que nuestros seres queridos estén lo mejor posible. Esta máxima es aplicable al mayor número de personas posibles. En cierto sentido, comparte algunos fundamentos con el utilitarismo de Jeremy Bentham, al desear el bienestar para la mayor cantidad posible de personas.

El principio básico del satanismo es el amor a la vida, tanto la propia como la ajena. El satanista es una persona que es consciente de su condición natural y social, que acepta sus limitadas capacidades y que, pese a ello, se opone a la resignación. Aceptar las limitaciones propias no significa que no puedas hacer nada por superarlas, al contrario, es darse cuenta de cuáles son tus puntos fuertes y cuáles son tus debilidades, para una vez identificadas, maximizar tus mejores habilidades. En este sentido, el satanista es materialista en cuanto parte de la realidad para ser consciente de cuáles son sus condiciones de existencia, en un trabajo de superación y desarrollo personal. De la misma manera, no se engaña bajo ciertas formas de imposición ideológicas que pretenden estructurar la realidad de una manera muy determinada. Apela al espíritu crítico como forma de liberación, y es consciente de las formas de dominación y opresión humanas existentes a lo largo de la historia de la humanidad. No acepta el enriquecimiento ni el beneficio personal a costa del trabajo ajeno. No se apropia de su tiempo ni de su trabajo, sino que entiende que eso le pertenece y, por tanto, le es legítimo.

Ya hemos comentado que no se trata de una posición metafísica —aquella que establece la existencia de un ser sobrenatural— sino material, es decir, humana, y existente. En resumidas cuentas, podríamos enumerar lo que considero que son los principios básicos del satanismo moderno, como filosofía de la liberación y emancipación humana:

  1. Adoración del yo. El satanismo niega la existencia de Satanás como un ente metafísico existente. En cambio, lo entiende como un ser impersonal y trasgresor, es decir, una energía o fuerza que puede ser considerada como una parte natural del ser humano, y como un símbolo que representa todo lo que tiene que ver con la oposición a aquellas ideologías y religiones opresivas para la vida humana.
  2. Aceptación de tus capacidades. No niegues lo que realmente eres, e intenta por todos tus medios superar aquello que te propongas.
  3. La resignación es una forma de dominación y opresión humana. El ser que se resigna a no conseguir su propósito, acepta que es incapaz de conseguirlo y cae en un estado de atonía y nihilismo.
  4. La libertad y la igualdad entre seres humanos son los principios rectores del satanismo. No coartes la libertad de nadie a menos que actúe en contra tuya, o en contra de la libertad de los demás.
  5. La crítica y la autocrítica son las mejores herramientas para superar todas las debilidades. Es optar por la vía del desarrollo y el crecimiento personal, es dar cuenta de la realidad y elegir el camino más conveniente para tu bienestar.
  6. La imposición de una visión del mundo es una herramienta de opresión de la vida humana. El conformismo es la sumisión individual a esa opresión. Las personas que no practican el conformismo buscan siempre mejorar su condición como personas, en aras del crecimiento y en busca de la felicidad.
  7. La resignación y la represión de los cuerpos y de la sexualidad humana solo han establecido una forma de ejercer el control sobre nuestras vidas y nuestra felicidad. El satanista busca, ante todo, la libertad sexual de su cuerpo, y en especial, la liberación de la mujer que se ha encontrado en una posición dominada frente al varón a lo largo de toda la historia de la humanidad. El satanismo es un aliado de la igualdad y de la libertad.
  8. La separación entre Iglesia y Estado. La religión en las escuelas públicas supone una forma de adoctrinamiento entre los niños que, pese a su edad, carecen herramientas que le permiten desarrollar un pensamiento crítico. A los niños se les debe educar en los valores científicos que permitan desarrollar las herramientas necesarias para ejercer la crítica y la autocrítica.
  9. La defensa de las minorías explotadas y los derechos LGTBI+, como formas de expresión y de vida humana.

Referencias bibliográficas

Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Anagrama: Barcelona.

Llácer, T. (2015). Nietzsche. El superhombre y la voluntad de poder. Basticafo: Barcelona.

Porqueras, T. (2020). Yo, Satanista. Cydonia: Pontevedra.

Zizek, S. (2009). Sobre la violencia: seis reflexiones marginales. Paidós: Barcelona


[1] En la actualidad, existe controversia en cuanto integridad de La Biblia Satánica.Teresa Porqueras expone que gran parte del libro fue plagiado debido a las presiones a las que LaVey se veía sometido por parte de la editorial, tomando, así, como suyos partes de los textos escritos por otros. Es el caso del Libro de Satán, plagiado en parte de la obra de Ragnar Redbeard, El poder es la razón.

 

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