Memorias de una vaca muerta

vaca muerta

Relato inspirado en la obra “The Biography of a Dead Cow”, de Rudolph Block

Las vacas son animales pacíficos y amigables. En su entorno natural, tienen la libertad de moverse, alimentarse y socializar según sus instintos innatos. Son parte integral de un ecosistema dinámico y contribuyen a su equilibrio y funcionamiento. Las vacas en libertad habitan en áreas con pastizales extensos, praderas abiertas o zonas de vegetación densa donde encuentran suficiente alimento. Se mueven en manadas, buscando constantemente nuevas áreas de pastoreo y agua fresca. En ocasiones, cuando el entorno se presenta hostil, siguen rutas migratorias estacionales en busca de mejores condiciones de alimentación y refugio.

En semejante escenario, una vaca se alimentaba de hierba, hojas y otros vegetales. Pasaba gran parte del día pastando y rumiando, buscando las mejores fuentes de alimento disponibles. Tenía vínculos sociales y amistad con sus otras compañeras vacas. Los depredadores, exiguos en su entorno, no probaban a molestar a la manada, puesto que los machos del grupo, los toros, proporcionaban una excepcional protección colectiva. Definitivamente, la vida de una vaca era tranquila y sosegada.

Pero esa vaca había oído hablar de un lugar llamado “zoo” donde vivían otros animales (no vacas), entre los cuales se encontraba un tipo de osos, los osos panda. Los osos panda eran parecidos a ella: blancos y con manchas negras. Pero, a pesar de tener una apariencia tierna y amigable como las vacas, los osos panda eran muy agresivos y terriblemente territoriales. Eran depredadores, y eso significaba que se alimentaban de otros animales que ocupaban el lugar de presas. La vaca era una presa. Esta idea aterraba a la vaca. ¿Cómo podía existir un ser así, tan parecido a ella en lo físico y tan diferente en lo conductual? Además, recapacitaba, como presa que era, morir de ese modo, desmembrada, mordida y comida viva, le parecía horrible. Era algo atroz, inconcebible, pero, a su vez, era algo real.

La vaca sabía que los osos panda no vivían, ni podían vivir, en las praderas de su tierra, y que los zoos en los que habitaban no solo quedaban muy lejanos, sino que eran una suerte de cárceles de animales, que los humanos habían habituado para poder contemplar a diferentes ejemplares de distintas especies. Un oso panda nunca podría escapar de un zoo. Un oso panda no sobreviviría en el entorno en el que ella habitaba y, por consiguiente, era imposible que se encontrase con un oso panda en su vida.

Aun así, los osos panda le daban miedo. Reflexionando sobre esta idea, la vaca especuló que nunca se enfrentaría al ataque de un oso panda, pero sí podría enfrentarse a su miedo. Confrontar su único miedo, concluyó, la haría una mejor vaca.

Así, la vaca se separó de su manada con el fin de ser mejor. Se apartó de sus compañeras. Dejó atrás la pradera y el buen alimento, y la comodidad de su zona de confort. Realizó un largo viaje hasta el zoo, el que reconoció de inmediato y al que no le fue difícil acceder. La vaca también encontró el recinto de los osos panda. Allí estaban, blancos con manchas negras, como ella. Con determinación, se adentró al solar de los osos con el deseo de que la tomasen por uno de ellos.

Para su sorpresa, los osos panda la recibieron con curiosidad, lejos de la ferocidad que ella había imaginado. A lo largo de los días siguientes, la vaca vivió entre los osos panda, compartiendo su comida y su compañía. La vaca no comía, puesto que el alimento de los osos panda no era apto para su organismo. La vaca no dormía, puesto que su miedo aumentaba jornada tras jornada. Y su desasosiego no solo no desaparecía, sino que aumentaba cada vez más.

Una tarde, los cuidadores del zoo tardaron en traer la habituada comida. Los osos panda no disponían de una pradera, como la que ella disfrutó en tiempos mejores, y dependían de este sustento para vivir. A pesar de estar bien alimentados, los osos eran criaturas poco tolerantes y la tardanza del alimento los irritaba. La vaca fue entonces consciente de su situación. Y también comprendió la ironía de su decisión. Tarde: Intentar superar ese miedo no la había convertido en una mejor vaca, sino en una vaca muerta.

Ese día los diferentes animales del zoo escucharon sonidos atronadores de agonía. De crujir de huesos. De chasquidos y repiqueteos procedentes de la carne y la sangre de una vaca desmembrada viva. Ese día la vaca, en sus últimos momentos de vida, largos e indescriptibles dolorosos momentos, no sintió miedo, sino desatino, despropósito y estupidez. Tampoco sintió ser mejor vaca. Y ese día, los osos panda del zoo comieron ternera.

Pero las memorias de la vaca muerta nunca fueron escuchadas. Y, desde el día en el que abandonó la manada en adelante, la vaca se convirtió en un ejemplo de sabiduría y sensatez para todos los habitantes de la pradera en la que un día habitó felizmente.

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