Por: Z. F. Roger
Fragmento de “Las Leyendas de la Carne”
-El doctor Phinard es especialista en arqueología de la metafísica algolagnia y una eminencia internacional en lo que respecta al conocimiento de las legendarias configuraciones del lamento y sus consecuencias en la antigüedad.
Bienvenido al programa, Doctor.
-Gracias.
-¿Qué puede contarnos sobre esas cajas o cubos, esas configuraciones del lamento?¿Existen realmente?
-Actualmente preferimos llamar a esos diamorfogramas, esquemas o patrones, pues es lo que realmente son.
-Pero entonces… existen.
-No tal y como son conocidas por el gran público. Esas cajas o cubos, fueron una forma de representación gráfica en historias de terror y películas, para que la gente entendiera el funcionamiento de algo que existe desde hace milenios, y que no es tan fácil de entender.
-Entonces… ¿Cómo son realmente?
-Los esquemas y patrones están en todas partes, con otras formas y con otros elementos. Pero son siempre los mismos, y es casi imposible unirlos y crear las secuencias adecuadas.
Por ejemplo, una compleja y posiblemente inaudible secuencia musical, podría abrir una puerta.
-¿Una puerta? Entonces es cierto.
-No para todos. Estoy hablando demasiado, discúlpeme.
-¡No! ¡Espere!. Quiero saberlo, y nuestro público también.
Sé que es pedir mucho, pero ¿Puede darnos alguna prueba de ello?
Le estaría tan agradecida…
-Tenga. Si realmente quiere saber, y si realmente, usted y su público quieren ver, lea.
-¿Qué es este libro? ¿Es aquí donde ha escrito sus descubrimientos?
-Lea la pagina en la que se encuentra el punto.
-De acuerdo.
Estimado público. ¿Están ustedes tan ansiosos como yo por oír lo que hay aquí escrito?
-¡No! Léalo para usted misma. Los sonidos de la secuencia de palabras se formarán en su mente de forma natural. Y… lea.
-¿secuencia? Dios mío, estoy muy emocionada… gracias doctor.
El público aplaudió entusiasmado.
La presentadora abrió el libro.
Hubo una ligera corriente de aire.
Empezó a leer la primera frase.
Los focos estallaron, decenas de cadenas cayeron del techo quedando suspendidas durante un momento.
Siguió leyendo la segunda.
Los muros de todo el estudio se agrietaron, y empezaron a moverse.
Continuó leyendo la tercera.
El público empezó a gritar y a levantarse. Su miedo llenaba la sala.
Luego, leyó la cuarta.
Los muros tapiaron las salidas.
Siguió leyendo la quinta.
Las grietas se agrandaron proyectando una luz cegadora.
Pasó a leer la sexta.
Unas siluetas informes surgieron de cada una de las grietas, deteniéndose en éstas para admirar del espectáculo.
Y finalmente, leyó la séptima.
Los extremos de las cadenas se abalanzaron enérgicamente como serpientes afamadas sobre el cuerpo de la presentadora, modificándolo con una nueva naturaleza, convirtiéndolo en un nuevo ser, que elevándose sobre el aterrorizado público, alzó los brazos y exclamó con voz serena, firme y contundente “que así sea”.
Las cadenas volvieron a quedar suspendidas.
Las siluetas informes se abalanzaron sobre el público.
Y luego…
Nadie sobrevivió, y nadie conoce el paradero de la presentadora ni del doctor Phinard.
Las cámaras no grabaron nada, y la policía no se explica lo ocurrido.
Aun hoy, no consiguen encajar las piezas…