El Satanismo y la búsqueda de la excelencia

Por: N.K. IIº

Responsable Orden de Fósforo España

Todas las agrupaciones humanas están sembradas de toda alteza y vileza de la que es capaz la naturaleza humana, y nuestra tradición no difiere en esto. Es una cuestión inevitable que cargamos con nosotros allá a donde vamos y que corre a la par de las aspiraciones que nos motivan a hacer lo que hacemos y las razones que tenemos para nuestra senda, que no siempre son las razones correctas.

Cuando uno se sumerge en un sendero que, como el nuestro, requiere un esfuerzo vitalicio, sin descanso ni rendición, que habrá de mantenerse hasta el fin de nuestras vidas, entender el por qué de nuestro sendero espiritual es casi tan importante como el qué y el cómo de la filosofía que lo sustenta y lo conforma.

La Mano Izquierda, en esto, es un sendero que aúna más cosas que el Satanismo tal cual fue concebido por LaVey y que, como tal, exige cosas diferentes de quien lo transita. En el Satanismo laveyano la consecución del placer inmediato, la deferencia hedonista hacia los impulsos más bajos de la naturaleza y la lucha contra la represión moral del cristianismo tienen un carácter predominante, que muchas veces da lugar a malas interpretaciones de nuestra senda. Como decía Nietzsche en su tan famosa frase, lo humano es un puente entre la bestia y lo posthumano, y muchas veces olvidamos esto: que si Dios ha muerto en nosotros, lo ha hecho para que algo mejor que Dios amanezca en nuestra existencia.

La razón para adentrarse en un sendero de la Oscuridad como el nuestro debe ser, por ello, minuciosamente meditada, y requiere de un esfuerzo casi sobrehumano de auto conocimiento, auto crítica y auto análisis para entender que, si vamos a desatar las oscuridades más profundas de la psique para volvernos uno con ellas, el motivo, el motor de dicho acto debe ser tan íntegro en nuestros actos que pueda fundir con su entereza moral la luz de todo dios, pues lo que vamos a desatar en nuestra vida tiene la capacidad real de acabar con el equilibrio profano, con nosotros mismos, y dejar sueltas las bestias más abyectas de los infiernos personales.

La libertad que nos concede nuestra senda sólo puede ser experimentada desde la libertad, y esto es cierto, pero los procesos de destrucción y creación tienen que entrar en un tándem psicológico, motivados por algo más que la simple consecución de los instintos animales y las miserias morales de nuestra profanidad. El sentido de lo sagrado en la Mano Izquierda se transgrede, pero no para desaparecer, sino para ser reconfigurado con los valores propios, elegidos soberanamente, dirigidos teleológicamente a la consecución de una forma de existir más noble, más digna que todo lo que lo humano puede llegar a alcanzar. Cruzar la frontera a lo salvaje de estos paisajes psicodinámicos conlleva entender esto sobre el uso de nuestra libertad si no queremos vernos superados por la inercia de nuestra autodestrucción.

Razones como el reconocimiento social, el poder o la fama no son, yo ya lo siento, razones lo suficientemente íntegras para sostener el ardor del Sol Negro del espíritu nocturno. En una senda que discurre contra los impulsos cósmicos, contradiciendo en cada paso los designios culturales y sociales en la búsqueda de un ser humano puro, razones tan banales y mediadas por la temporalidad nunca son la razón correcta.

Necesitamos entender qué estamos haciendo, sin esto, nunca llegaremos a hollar el altar sangriento de los misterios de la Oscuridad.

La Oscuridad es una posibilidad espiritual. Comprender esto es fundamental. Los juegos psicológicos, el glamour psicodramático, el activismo social y las filosofias ateas y teístas son todos menosprecios que nosotros mismos nos permitimos hacia nuestro propio sendero. Hay una transformación existencial que es posible en la Oscuridad, que es única de la Oscuridad, pero si nos mantenemos siempre en la consecución irracional de los impulsos más animales de nuestra naturaleza, jamás llegaremos ni siquiera a atisbar la inmensa gloria de esta realización.

Aquel que se someta al fuego de la Llama Negra ha de saber que va a arder, y que será irreversible. Que volar sobre el Abismo va a implicar abandonar todo lo que limita la potencialidad de su naturaleza humana y, en última instancia, abandonarla por algo más excelso que lo humano y lo divino, algo que sólo podrá ser nombrado cuando se realice en cada uno de nosotros.

Quien transita la Mano Izquierda debe aceptar esta búsqueda sin trinchera de la excelencia personal y lanzarse de cabeza a la persecución de una dignidad personal capaz de reclamar su brillo entre los dioses. Esta excelencia y esta épica, esta batalla sin fin por el resurgir del espíritu inmortal, es el único motor posible para una senda capaz, como la nuestra, de desfigurar lo humano y transformarlo en aquello que únicamente los que sean capaces de alcanzarlo conocerán.

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