APROXIMACIÓN A LA CARNIS TEMPLI ORDO Y A LA MAGIA NOVAE CARNIS: “EL PLACER OS HARÁ LIBRES”

CTO

Por Julio Calero

Vaya por delante mi más profunda admiración y agradecimiento a los autores de este encantador librito que es “Aproximación a la Carnis Templi Ordo y a la magia Novae Carnis”. Escribir un libro, más aún de magia, supone un verdadero acto de creación, frente al cual la mera actividad crítica (entiéndase esta en su sentido etimológico literal: “análisis formal”) no supone más que un desvaído remedo. En cualquier caso, creador o crítico, cada uno asume su rol en el juego de las cosas y, si bien el acto de creación constituye una acción sobre el mundo infinitamente superior al de la crítica, ambos, en este caso, se mueven honestamente por el amor al conocimiento, o Scientia Dominium, como dirían los autores.

Desde mi punto de vista este libro es, más que nada, un manifiesto. Su contenido podría resumirse en los once bullet points del capítulo III (“Premisas”). En este sentido, sigue la larga tradición de manifiestos satánicos, desde la “Biblia Satánica” (1969) de A. LaVey hasta la “The Black Book of Satan” (1984) de F. Gregorius. Por su propia idiosincrasia, el Camino de la Mano Izquierda (LHP) se presta a eso que J.A. Petersen [1] denominó el “eterno cisma”, en el que cada maestro y escuela se ven impulsados a marcar las diferencias con sus antecesores en una búsqueda eterna –y nunca satisfecha– de identidad diferencial. Y para ello, por supuesto, no existe recurso retórico más conveniente que el manifiesto. Pero navegar continuamente en el auto-posicionamiento supone, ciertamente, un gasto de tiempo y energía que los dogmáticos estrategas del Camino de la Mano Derecha (RHP)[1] se ahorran. Si nos quedamos en lo accidental del proceso, la búsqueda constante de una identidad diferencial puede ser incluso contraproducente desde el punto de vista de la profundidad y consistencia lógica del sistema y, de forma evidente, en su capacidad proselitista. Por el contrario, confiere una mayor capacidad de adaptación al continuo de lo real, más aún en estos tiempos de aceleración e incertidumbre, y ayuda a evitar inercias y tradicionalismos vacuos. Así, buceando lo esencial, dibujando trazos que marcan más que definen, “Aproximación…” consigue desde sus primeras líneas espantar el fantasma de lo risible (tan común es nuestro ámbito) y presentarse como una seria reflexión sobre los tenebris principiis que mueven a la Orden y sus “suplicantes” desde una perspectiva bastante original.

En este caso, la propuesta de Carnis Templi Ordo se enraíza firmemente en la escuela inmanentista y materialista del Satanismo contemporáneo [2], iniciada por el Anton LaVey y continuada (con escaso acierto, en mi opinión) por sus sucesores de la Iglesia de Satán y por el Templo de Satán. Puede parecer paradójico, pero es cierto que la mayor parte de escuelas LHP contemporáneas, tras la iconoclasta propuesta del Papa Negro, han retornado a las raíces transcendentales y teosóficas del esoterismo occidental [3]. No obstante, conviene hacer algunas puntualizaciones.  

Hasta lo que yo sé, todas las escuelas del LHP, tanto materialistas como trascendentalistas, consideran la subjetividad humana como fuente del poder mágico. Esto incluye a la CTO. Si la subjetividad no pudiera proyectarse voluntariamente, de alguna manera, sobre la esfera de lo psíquico o lo físico, la magia no tendría ninguna efectividad en absoluto y carecería de sentido[2]. Las escuelas mágicas materialistas como La Iglesia de Satán, al contrario de lo que pudiera parecer, no cuestionan la existencia de la subjetividad, solo su estatus ontológico y su alcance[3]. Así, consideran a ésta como una mera expresión de la actividad cerebral, sometida, como todo lo físico y carnal, a las leyes de la biología. Por el contrario, los trascendentalistas consideran objeto y sujeto como dominios ontológicamente separados e independientes, si bien parcialmente correlacionados, de manera que quedarían ámbitos de mundo exterior no accesibles al sujeto, y aspectos de este no condicionados por lo material. Es en este último aspecto donde lo transcendental intersecta con lo sobrenatural, definiendo átomos de consciencia (llamémosle “almas”[4]) ajenos por completo a las limitaciones que impone el mundo físico.

Ambos esquemas, obviamente, se enfrentan a inconsistencias lógicas. En el caso del materialismo, si el sujeto es un simple epifenómeno de la actividad neuronal sin ningún poder causal, habría que preguntarse el porqué de su existencia (eso, solo si aceptamos el Principio de razón suficiente[5] y consideramos que la evolución no produce nada que no tenga una utilidad, desde el punto de vista de la supervivencia). Por otra parte, si la actividad mental evidencia un simple mecanismo neurocomputacional que liga estímulo con respuesta, la voluntad del mago quedaría reducida a una simple alucinación, al igual que la magia[6]. En el caso del transcendentalismo, las dificultades surgen para poder explicar cómo ambos dominios, sujeto y objeto, substancialmente tan diferentes, pueden llegar siquiera a interaccionar y correlacionarse[7] si no atienden a un principio unificador común de más alto nivel[8].

En el caso de la CTO, la apuesta por el mecanicismo materialista en el que el sujeto es simplemente la expresión de un sistema orgánico de estímulo – respuesta, parece explícita. En esto, obviamente, le deben mucho a Sade, La Mettrie y otros libertinos de los siglos XVII y XVIII. En la lógica de la CTO, por tanto, la voluntad sería meramente el reflejo de un mecanismo inconsciente para el mantenimiento de la homeostasis orgánica y, su derivado, el libre albedrío (siguiendo el hilo especulativo del libro, ya que los autores no entran en esta discusión), un concepto confuso surgido de la ignorancia de la extremada complejidad de las redes causales de estímulo – respuesta.  Así, la translación fenomenológica de este mecanismo neuronal implica, ante todo, una economía de las sensaciones. Y es precisamente en este punto, la economía de sensaciones, donde se bate el cobre el discurso de “Aproximación…”. Si no me equivoco, la CTO parte de la premisa de una simetría esencial entre las sensaciones de placer y dolor. Uno de los tópicos que el libro probablemente más enfatiza es que no puede darse el uno sin el otro, placer sin dolor, ya que ambas sensaciones comparten la base fisiológica común que materializa el Haz Negro. Vitalista hasta sus últimas consecuencias, dedica páginas enteras (i.e, capítulo del sensu dominium) a denunciar aquellas doctrinas que abogan por la falacia hedonista: renunciar a todo placer para así evitar el más mínimo dolor. En palabras de Nietzsche [4]:  

<< ¿Habéis dicho sí alguna vez a un solo placer? Oh, amigos míos, entonces dijisteis sí a todo dolor. Todas las cosas están encadenadas, trabadas, enamoradas – ¿Habéis querido en alguna ocasión dos veces una sola vez, habéis dicho en alguna ocasión “¡tú me agradas, felicidad! ¡Sus! ¡Instante!” ¡Entonces queréis que todo vuelva! […] Pues todo placer quiere… ¡eternidad! >>

Para la CTO, como para Nietzsche, la homeostasis orgánica no llega por la renuncia ascética al mundo y a la acción, sino por la aceptación de la realidad psicobiológica y social del ser humano, que dice “sí” a las brutales descargas hormonales que saturan su sistema nervioso mientras el neocórtex impone un cierto sentido u orden a la dimensión más primitiva del impulso reptiliano. En esto, siguiendo probablemente el zeitgeist contemporáneo, la CTO se aparta de los burdos determinismos sociobiológicos que cierta derecha pretende vender, y apuesta más por la flexibilidad en el comportamiento humano en la que los aspectos individuales y sociales condicionan poderosamente los cálculos neuro-computacionales. Es verdad que, en el fondo, no somos más que animales, pero unos animales eminentemente sociales [5].   

Como hemos dicho, lo que insistentemente plantea la CTO es lo contrario a la falacia hedonista y se acerca más al instinto de superación y la voluntad de poder de Nietzsche. En cualquier caso, creo que la CTO acepta de forma axiomática la simetría esencial entre ambos polos de la sensación (placer y dolor), cosa que a mí no me parece tan evidente como sería deseable… Incluso, desde una perspectiva analítica, podría ser uno de los puntos ciegos del libro. Si se cuestionase la conmensurabilidad entre placer y dolor (o incluso la sobreabundancia del primero sobre el segundo, muy en la línea de Nietzsche), si la balanza se inclinase hacia el lado pesimista de la existencia, el vitalismo de la nueva carne podría verse comprometido. Por supuesto, este un tema bastante peliagudo, respecto al cual milenios de filosofía y ética no han llegado a una respuesta concluyente: ¿está indeleble y definitivamente marcada la experiencia humana por el dolor?  Parece ser que la experiencia religiosa común así lo decreta.

Palabras del Buda [6]:

<<Esta, oh monjes, es la Noble Verdad del Sufrimiento. El nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento. La pena, el lamento, el dolor, la aflicción, la tribulación son sufrimiento. Asociarse con lo indeseable es sufrimiento, separarse de lo deseable es sufrimiento, no conseguir lo que uno desea es sufrimiento. En una palabra, los cinco agregados de apego a la existencia son sufrimiento>>

O más cercano a nosotros, la Biblia [7]:

<< ¡Sin sentido! ¡Sin sentido!” dice el Maestro. “¡Absolutamente sin sentido! Todo carece de sentido”. ¿Qué gana la gente de todos sus trabajos en los que se afanan bajo el sol? Las generaciones vienen y las generaciones van, pero la tierra permanece para siempre. El sol sale y el sol se pone, y se apresura a volver a donde sale. El viento sopla del sur y gira hacia el norte; da vueltas y vueltas, siempre regresando a su curso. Todos los arroyos desembocan en el mar, pero el mar nunca se llena. Al lugar de donde vienen los arroyos, allí vuelven de nuevo. Todas las cosas cansan, más de lo que se puede decir. El ojo nunca se sacia de ver, ni el oído se sacia de oír. Lo que ha sido volverá a ser, lo que se ha hecho se volverá a hacer. No hay nada nuevo bajo el sol>>

Desde el hontanar RHP, el cálculo ventajoso de los caminos dextrógiros adquiere su máximo poder: los placeres se agotan pronto, los dolores rápido superan a los placeres, y no hay otro remedio que encomendarse a lo sobrenatural y aguardar a otro mundo, sean las sutiles delicias espirituales de Teresa de Lisieux[9] o la estúpida ataraxia consumista de un anuncio del McDonald. Si no aceptas este juego de artificios, y aun así sigues pensando (como la descarnada razón parece indicar) que el dolor supera ampliamente al placer en el rango de la existencia humana, no te queda sino caer en el más negro de los pesimismos. Curiosamente, esta condición ha sido la que ha dominado la ética humana hasta el advenimiento de las religiones salvíficas[10], siendo la base vital de la nada complaciente moral pagana[11]. En honor a la verdad ¿Quién conoce hoy en día a Peter Wessel Zapffe o Carlo Michelstaedter? …….. Así, nunca entenderemos como autores como David Benatar se empeñan en aguarnos la fiesta y recordarnos que, posiblemente, la economía de la sensación no sea tan favorable a nuestras expectativas vitales como debiera ser. En su libro “El Dilema Humano” [8] desmenuza sistemática y concienzudamente los argumentos que, según su opinión, escoran la existencia humana claramente hacia el lado del dolor. En ese sentido, y como los budistas se empeñaron obsesivamente en demostrar, el dolor supera ampliamente las posibilidades del placer, puesto que no solo padece los estímulos dolorosos actuales, sino que actualiza los estímulos futuros, de los que la muerte es el principal. A pesar de lo convincente de su pormenorizado análisis, por mi parte persisten algunas dudas, no lo voy a negar. Por eso, abandonando todas mis salvaguardas racionales, me ofrezco como humilde adepto al sumo placer de la apoteosis de los que habían cumplido los 30 (¡!) en el carrusel de la Fuga de Logan, o a las tolvas de compostaje del “Mundo interior” de Robert Silverberg [9]. Quizás, solo quizás, no haya mayor placer que asumir nuestra propia condición suplicante en este universo desprovisto de sentido y finalidad…

Por concluir, más allá de cualquier discurso racional, la estética de la nueva carne puede conducirnos a dimensiones en las que lo fáctico se inclina ante el poder de lo imaginario, en una especie de exorcismo o catarsis que permite sublimar nuestros más enconados instintos en el infinito océano de lo horrible. Y es que, antes de idiotizarnos con las trasnochadas propuestas de las religiones tradicionales o los nada sutiles electroshocks de la sociedad de consumo, probablemente más nos valdría acogernos con devoción a la última plegaria:

<< Urgu, señor de la retribución. Apelo a ti en mi noche oscura, donde he sido herido y no encuentro la paz. Busco tu compañía, señor de la garra y colmillo. Concédeme un momento de música que recorra mi cuerpo y me devuelva el lugar que he perdido, entre la paz y el bienestar. Recupera mi energía del asedio de mis enemigos. Preséntate en mi camino >>

Referencias

[1] Petersen, J.A. Between Darwin and the Devil; Modern Satanism as Discourse, Milieu, and Self. Ph. Thesis, Norwegian University of Science and Technology, Trondheim, Norway. 2011. 303 pp.

[2] Flowers, S.E. Lords of the Left-Hand Path: Forbidden Practices & Spiritual Heresies. Inner Traditions Bear and Company. Rochester, VE. 2012. 512 pp.

[3] Faivre, A. Access to Western Esotericism. State University of New York Press, Albany, NY. 1994. 430 pp.

[4] Nietzsche, F. Así Habló Zaratustra, tr. Andrés Sánchez Pascual. Alianza Editorial, Madrid, España. 1992. 498 pp.

[5] Aristóteles. Política, tr. Manuela García Valdés. Ed. Gredos, Madrid. 2022. 496 pp.

[6] Buddha. El Discurso de Benarés, tr. Ado Parakranabahu. Kairos, Barcelona, España. 228 pp.

[7] Eclesiastés, 1: 2 – 8. Biblia de Jerusalem. Desclée De Brouwe S.A., Bilbao. 1999. 2754 pp.

[8] David Benatar. El dilema humano, tr. María Hernández Díaz. Alianza Editorial, Madrid. 2022. 243 pp.

[9] Silverberg, R. El mundo interior, tr. Domingo Santos. Orbis. 1986.


[1] Lo digo sin tapujos y para que se me entienda: “nuestros enemigos”.

[2] La magia, al menos en su acepción común y tradicional. Recuérdense que el Querer forma parte de los cuatro verbos del mago que Eliphas Levi evoca en “Dogma y ritual de la alta magia”, junto a Saber, Osar y Callar.

[3] El Templo de Satán de L. Graves ni siquiera considera la existencia de la magia, por lo que, bajo los ajustados (y razonables) criterios de Flowers (op. cit.), probablemente no debería ser considerado un movimiento LHP (ver https://thesatanictemple.com/pages/church-of-satan-vs-satanic-temple )

[4] El “atman” de las Upanishad (Véase la magnífica recopilación de Círculo de Lectores: “VV.AA. Upanisad. Círculo de Lectores, Barcelona. 2003. 231 pp.”). Como toda sabiduría perenne, la sabiduría oriental tiene su reflejo en la occidental; en este caso, las mónadas de Leibniz, uno de los más grandes filósofos y matemáticos que la cultura europea ha dado (Leibniz “Monadologia. Principios de filosofía”. Traducción Juan Velarde. Biblioteca Nueva, Madrid. 2001. 112 pp.)

[5] Aquel que indica que todo fenómeno ha de tener alguna razón o explicación para justificar su existencia.

[6] Este es uno de los grandes caballos de batalla del sistema de LaVey, quien recurrió al desconocimiento de la naturaleza mental del hombre como justificación del (aparente) libre albedrío del mismo.

[7] Para explicar esta contradicción, Descartes tuvo que sacarse de la manga el argumento, deus ex machina, de la intervención divina.

[8] En este caso pasaríamos de un materialismo absoluto a un idealismo absoluto, en el que el dominio material no sería más que una extensión, dialéctica o no dialéctica, de la actividad mental del sujeto (o, como decía Hegel “solo lo racional es real”).

[9] https://www.youtube.com/watch?v=-sEGPPPFMcE&list=OLAK5uy_lj7TwQHrwZczoRD_tDdd06jpSeyOJbuUk&index=6

[10] Como a regañadientes reconocía F. Sánchez Dragó, y contrariamente a lo que se piensa, éstas no comienzan con el advenimiento del cristianismo en el siglo I de la era común, sino mucho antes. Las religiones salvíficas, los caminos de la mano derecha comenzaron, como por casualidad, en el siglo V A.C: budismo, jainismo, confucianismo, judaísmo del segundo templo, gnosticismos varios, etc., …

[11] Probablemente, la ceniza visión pagana, descreída y politeísta, sea el precio a pagar por la libertad que el ser humano disfrutaba (o padecía) antes del advenimiento de las grandes religiones. Obviamente, como indican todas las teogonías de la antigüedad, desde el Enuma Elish a Hesíodo, los dioses paganos no son dioses salvadores sino todo lo contrario. ¿Y quién mejor que Conan el bárbaro para dejarlo meridianamente claro: https://www.youtube.com/watch?v=24MGLCX8ADo?

Scroll al inicio