Reseña sobre ŠU BAL-GI  

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He recorrido con sumo placer esta presentación, concisa y a la vez dual, de los fundamentos de la Magia Novae Carnis, que los autores han denominado Su Bal-gi, y que constituye la continuación natural del primer volumen de la CTO, “Aproximación a la Magia Novae Carnis…”. Y, efectivamente, digo dual porque el librito se divide en dos secciones bien diferenciadas. La primera incluye la introducción y los cinco primeros capítulos; se trata de la parte ética del libro. La segunda, el “Magicis Opus”, como su propio nombre indica, se refiere al aspecto puramente mágico. A pesar de ello, es bien sabido que no es posible separar nítidamente ambos aspectos, tan presentes en los sistemas contemporáneos (como ausentes lo están la metafísica y la teología).

Ya desde el “Dogma y Ritual de la Alta Magia” de Eliphas Levi, se incide en la importancia de la ética como preparatorio para la práctica mágica. Invariablemente, en las tradiciones antiguas, tanto de la mano derecha como de la izquierda, la purificación previa (higiene, ayuno, abstinencia) es algo imprescindible para poder abordar con garantías la obra mágica. Y es que la ética tiene, en este librito de magia, mucha más presencia que en otros que se centran en lo simbólico – ritual. Sin ser un tratado de ética práctica, Su Bal-gi se le acerca, la verdad. Y no lo digo como crítica, sino todo lo contrario. En mi opinión, la transformación de lo mecánico – ritual en ético es algo que da la medida de la verdadera madurez de un sistema esotérico.

En la antigua Grecia, la ética abarcaba un campo muy amplio de saberes. En nuestro caso, hablamos de una ética normativa que roza la programación neurolingüística y que busca un cambio en el comportamiento orientado primariamente hacia el crecimiento personal y la autorrealización. Se trata, obviamente, de un objetivo común de la psicología moderna, que los autores suscriben en no pocos de sus premisas esenciales: proactividad, autoestima, asertividad, eficacia, etc.  

Se hace mucho énfasis en la proactividad, la necesidad de interiorizar los locus de control del individuo, para lo cual es requisito previo el desarrollo de la autoconsciencia y el sentido de identidad. Pero todo ello se aborda (y aquí se nota la preparación profesional de los autores) desde una perspectiva francamente realista: no hace falta ser un fanático del psicoanálisis para reconocer la tremenda influencia de lo subconsciente en el comportamiento humano. Y esto nos lleva a reconocer la incertidumbre subyacente a cualquier decisión moral, y el hecho de estar obligados a asumir el carácter heurístico, de ensayo y error, de la misma. Por mucho que nos empeñemos en implementar estrategias cuidadosamente diseñadas para conseguir nuestros objetivos, la realidad siempre se reserva la última palabra y el fracaso, muchas veces proveniente del autosabotaje, puede sobrevenir en el momento menos esperado. En este punto, resulta llamativo el interés de los autores en señalar que es el cambio de conducta del individuo lo que le puede llevar a un cambio en la perspectiva, y no al contrario. Aunque, en mi opinión, esta afirmación puede ser un poco inconsistente con el resto del texto, sí que demuestra que la ética de la CTO se orienta más a la acción que a la contemplación, y a la necesidad de actuar (salir de la zona de “no confort”) antes de lamentarse en la inactividad, por muy inciertos que sean los resultados.

En cualquier caso, una vez interiorizados los principales locus de control individual, estaremos en condiciones de enfrentar una de las principales amenazas a nuestra soberanía: los lil-murdur[1]. Y es que, según Su Bal-gi (i.e. según el Carnis-Liber), esta especie de vampiros psíquicos medran a costa de generar negatividad y disensión en el medio interpersonal, siendo nuestra mejor ristra de ajos la asertividad y una empatía bien entendida, que dé a cada cual lo que merece, siguiendo el principio máximo de responsabilidad personal. Aunque aquí habría mucho que discutir[2], me parece absolutamente innegable la existencia de personas tóxicas con las que mejor cortar cualquier tipo de relación o, si no es posible, reducirla al mínimo.

Por concluir con el capítulo ético, y sin ánimo de caer en categorizaciones, después de la amplia presentación del sistema CTO que suponen los dos libritos ya publicados, podemos preguntarnos hasta qué punto estamos ante un camino siniestro… De los cuatro pilares del camino de la mano izquierda según Stephen Flowers, la CTO hace énfasis en el individualismo y la autodeificación, previniendo sobre los excesos del antinomianismo, y no parándose siquiera (como es propio de un sistema abierto) en lo iniciático. Se trata, en cualquier caso, de un individualismo y una autodeificación muy matizados, que cualquier ciudadano con cierto grado de conciencia y sensatez podría firmar: el individualismo como empoderamiento integrador, no como apoteosis mística. En mi opinión, y a semejanza del viejo LaVey, la CTO entiende el individualismo desde una perspectiva pragmática y, por tanto, poco revolucionaria en nuestra sociedad actual[3]. Así, frente a posiciones extremas de algunos sistemas de la mano izquierda, que instan a los adeptos a transgredir las leyes (vandalismo, robo, incluso asesinato) como prueba diferencial respecto a la masa borreguil (o, sin llegar a tales extremos, una explícita misantropía), la CTO opta por un cálculo epicúreo en el que más vale ahorrarse problemas y emplear nuestra energía en el diseño de estrategias de acción sutiles, nada espectaculares, pero efectivas a la hora de conseguir nuestros objetivos. Pero ¿cuáles son los objetivos finales que marcan la senda del adepto de la CTO, el suplicante? Aquí Su Bal-gi funciona más como una metodología que como una biblia, evitando caer en cualquier tipo de dogmatismo, dejando abiertas las posibilidades … Esto resuena adecuadamente con el tono materialista, incluso cientifista, de la propuesta, pero, en mi opinión, deja algunas lagunas que un sistema esotérico debería abordar tarde o temprano (como comento más abajo).

En el apartado ritual, poco que decir. Más allá de su aparente esquematismo y simplicidad, el sistema CTO está dotado de una profundidad simbólica insospechada[4]. Probablemente, no podremos acceder a todos los planos de complejidad del ritual CTO hasta disponer, definitivamente, del tarot de la Orden. Por esta razón, más allá de unas breves pinceladas, me gustaría posponer, con permiso de los autores, una crítica más detallada a la publicación del mismo. Las asociaciones entre los dominios de la carne y los significantes canónicos en el esoterismo occidental (palos, figuras y triunfos del tarot, elementos, piedras, adminículos rituales, etc.) me parecen, en general, acertados, con el interesante trueque de los oros por las cadenas[5]. Los textos son escuetos, fácilmente asimilables, y perfectamente concordantes con el ejercicio metaliterario que supone el Carnis-Liber (y en latín, lo que me parece más directo y potente que intentar hacerlo en sumerio o acadio) … Para el suplicante imbuido en el sistema CTO (¡imprescindible el estudio y comprensión del primer libro!) solo quedaría ponerse manos a la obra.

Finalmente, en el apartado metafísico, cuya fundamentación a mí me interesa más que a la mayoría de lectores, también podemos llegar a algunas interesantes conclusiones. Vaya por delante, sin embargo, que la intención de los autores es centrarse en los aspectos éticos y prácticos, no teóricos, de la CTO (para esto, probablemente, haya que esperar a un nuevo libro).

La CTO se define a sí misma como “materialista”, aunque todo parece apuntar a que es, en realidad, gnóstica y dualista: “la imposibilidad de materializar una percepción relega a esta [la percepción] al encierro de lo material”. Siguiendo toda la filosofía del siglo XX, desde Husserl, se afirma que la percepción es consciencia, y la consciencia lenguaje[6]. Por tanto, “la imposibilidad de materializar una percepción”, en realidad, nos remite a la imposibilidad de materializar un estado determinado de consciencia, la imposibilidad de concretar, en términos lingüísticos, un pensamiento. Así, para la CTO “la magia es imposible de representar, ya sea en el plano sensorial o de pensamiento abstracto, ya que su naturaleza no solo carece de un constituyente substancial material, sino que también prescinde de un lenguaje que escapa a cualquier tipo de funcionamiento psíquico. Esto se debe a su condición anterior al orden cósmico y las leyes físicas tal y como actualmente conocemos”.

Con estas afirmaciones penetramos completamente en el plano acausal al que se refieren todas las corrientes neo-gnósticas del esoterismo moderno, desde El Templo de Set a la Orden de los Nueve Ángulos (NAOS), pasando por la Orden de la Luz Negra (Liber Azerate) o el Dragón Rouge. Un plano que los filósofos contemporáneos se esfuerzan en caracterizar como el vacío, la nada o el hipercaos, y donde la mente humana deja de tener apoyo sólido.

Realmente no tenemos acceso al plano acausal, pero este existe, indudablemente, más allá de los constructos lingüístico-cognitivos que fundamentan nuestra experiencia cotidiana y generan nuestra percepción del espacio y del tiempo. La emergencia del plano acausal en nuestra consciencia es siempre brusca: traumática (incluso “espantosa” como diría Thomas Ligotti[7]) o catártica, en función de que valoremos nuestra día a día como algo netamente positivo o negativo.

En cierta medida, encuentro una analogía entre el Haz Negro descrito en el primer libro y el plano acausal del que hablamos. Aceptar el binomio dolor / placer como inducciones del Haz Negro que inundan de energía nuestros canales nerviosos y que son percibidas como sensaciones o emociones (Sensus Dominium) es, en cierta media, una “materialización” de lo acausal, una especie de diálogo preconceptual con lo numinoso. Así, desde mi propio punto de vista, el dominio de lo numinoso es la canalización o domesticación de estas fuerzas terribles, que yo llamo demoníacas, algo que implica vencer el miedo a lo desconocido (Metus Dominium) y la integración del dolor y lo desagradable en nuestra vida cotidiana[8]. Esto concilia perfectamente con la naturaleza heroica que ha de tener el mago, y nos permite dar, a mi entender, una expresión más genuinamente esotérica al tono psicologicista predominante en la primera parte de Su Bal-gi, dotando de un sentido existencial propio la ritualística del “Magici Opus”.

Como palabras finales, y como bien saben los autores, tengo que darles las gracias por recordarnos, una vez más, que todo esto que estamos discutiendo aquí, cinco milenios después, comenzó en “Una edad olvidada en la que el mundo estaba cubierto de brillantes reinos como mantos bajo las estrellas azules […], siendo Sumeria el más orgulloso reino del mundo, que gobernaba soberana sobre el somnoliento oriente[9]”  


[1] He intentado traducir, con mis nulos conocimientos de sumerio, el concepto, cosa harto difícil dado el carácter polisémico y aglutinante de éste; el lexema lil podría hacer referencia a “viento” (igual que en la palabra “En-lil”, el “señor del viento”, uno de los principales dioses del panteón sumerio; o “Lil-il-tu”[Lilitu, Lilith en acadio-semítico], “la que trae la tempestad”, siempre teniendo en cuenta que en la antigüedad, no sólo semítica, el viento suele ser el medio de proliferación de espíritus, demonios y enfermedades); por otra parte, “mur-dur” podría hacer referencia a los lexemas nominales “mur” y “dur”, ambos referentes a la tierra [“mur” = gusano, lombriz, “dur” = lugar terrestre], o al verbo “mur” [rodear, vigilar] y el adjetivo “ur” [oculto, imperceptible, secreto].

[2] Personalmente creo que quién se deja drenar la energía es porque necesita, consciente o inconscientemente, que alguien le drene el exceso de energía, dificultando la identificación del rol víctima/verdugo en tal interacción (y al hablar de energía me refiero, principalmente, a la energía emocional). En el vampirismo convencional, un vampiro no entrará en tu casa a no ser que reciba tu invitación…

[3] Al menos, desde un punto de vista teórico. ¿Quién no suscribiría hoy en día, en un mundo capitalista, la libertad individual y el interés personal como principio ético fundamental? Otra cosa es que ambos se implementen efectivamente en nuestra acción cotidiana o cedamos a lo que Michel Onfray denomina “microfascismos”, propagados por los medios de comunicación, la autocensura y la dictadura de lo políticamente correcto.

[4] Y, si se me permite decirlo, muy currada. Quien no se haya lanzado a empresas similares no puede imaginarse la de horas gastadas en articular este tipo de propuestas, tan “poco productivas” en lo profesional o pecuniario… Yo sí…

[5] Podríamos hablar, por ejemplo, de la asociación de Vis Dominium con las cadenas, en vez de con las varas, pero se trata de detalles técnicos poco relevantes …

[6] En realidad, de toda la filosofía moderna, desde el Cogito ergo Sum.

[7] Y, al igual que Ligotti, soy freudiano y fiel seguidor de la Teoría de Gestión del Terror.

[8] Como bien saben los practicantes del Tantra hindú o budista…

[9] Sí, por supuesto, se trata de una adaptación de la introducción al “Fenix de la Espada”, el primer relato (aunque biográficamente el último) de las aventuras de Conan el Cimmerio de Rober E. Howard … Este autor, igual que todos nosotros, era fan absoluto de Sumeria, su historia y su civilización.

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