Obstinado navegante que siembras importancias monumentales en las orillas de un futuro pasado.
De flamígeras y humeantes verdades, que sobre ese arroyo de triunfos y fracasos, se balancean temblorosas entre sentires y pensares.
Tan vitales como esa mota en el desierto, que imperceptible, aguarda al viento, para irse y no volver jamás.
Y al Fin, llegaste a tu destino, pensando en el “nunca nada ha existido”, en el “nada ha existido nunca”, en el “yo soy” y finalmente en el “¡soy ‘YO’!”
Hastiado de ti mismo y remando sobre ese mar de insidiosa vitalidad olvidada, en el que se desvanece todo aquel que una vez creyó ser.
¡Oh, destino primigenio donde todo muere antes de nacer!
Existiendo sin existir; muerto y olvidado bajo un vivaz canto fúnebre, el obstinado navegante se aleja, perdido en la nada de ese océano donde desemboca todo cuanto la humanidad no ha conocido jamás y no puede recordar.
Pues la eternidad entera se encuentra en un sentir.
Que con insistencia, la vida trata de despertar.
Sin nunca desistir; cada día una vez más.
Y así haber vivido para siempre.
Para siempre…
…jamás.
Imagen realizada para esta publicación (acrílico sobre papel).