Pocas cosas hay más gratificantes que una buena lectura, y tal vez una de ellas corresponda en ser quien prologue una de estas obras. La distinción que ocupa esta persona despliega en el resto el anhelo de ocupar su lugar o, al menos, de tener la oportunidad de reseñar, y no de introducir, la obra que nos ocupa. En este lugar me encuentro.
Elías Almansa
La fractura origina, en sí misma, el quebranto, una grieta que produce un destrozo que, en ocasiones, es de difícil arreglo. Y aunque esta reparación tenga lugar, el deterioro y el daño inducido por la misma nunca lo tiene.
Cuando la inocencia, la integridad, el idealismo y, en definitiva, el alma se fracturan, la grieta producida deja expuesto un vacío y abandono de difícil ocupación. A partir de ese momento nos encontramos descubiertos, indefensos y desguarnecidos ante cualquier inclemencia futura. Es lo que ocurre cuando un paraguas se rompe en el culmen de una tormenta.
Y es de esto de lo que se ocupa la obra “Paraguas rotos”, de voluntades desgarradas, arruinadas e inermes, sin recurso existente alguno que pueda solventarlo, sin que haya nada que se pueda hacer.
Lo más aciago de esta circunstancia es que, si fuese posible ver más allá de nuestros ojos, todas las voluntades rotas, como los paraguas tras una tormenta, que pueblan nuestras ciudades y que conviven y pasean junto a nosotros, nos impresionarían por su gran número, y lo terrible del hecho podría, incluso, llegar a convertirnos en una de ellas. ¿Qué puede haber, entonces, más acertado que no pensar en ello, que no ver más allá de nuestros ojos, que convencernos de que esto no ocurre? Tal vez, la más adecuada venda ocular u olvido sea la ficción. Convencernos de que aquello tan aterrador no ocurre es este antídoto para la consternación.
“Paraguas rotos” es un libro de relatos integrados en este horror manifiesto. Se trata de una contemplación ficticia sobre voluntades insalvables y seccionadas ante una vivencia o incidente, que no tienen oportunidad alguna de restitución. Un compendio de ficción que no refleja otra cosa que aquello que no vemos y en lo que no pensamos, posiblemente por la salvaguarda de nuestras propias voluntades.
