Antes que todo, quiero pedir disculpa al inteligente dado que todo objeto es real. La estatua de Pigmalión es tan real como pueda serlo Galatea. De hecho, nada que me podáis definir puede ser “irreal”, lo que sería un tema en sí mismo. Quizás un poco pesado, pero a mí me parece un buen tema.
Él título se inspira en esa otra definición, incorrecta, digo, de que lo artificial y lo simulado “no es real”. Se le dice a los niños, y los pobres lo repiten hasta de adultos. Con seguridad también reciben que ciertas formas de snack salado no son patatas reales, por tratarse de algún tipo de procesado.
Aquí empieza el porqué de la disertación. Cuando se les añade el sabor a unas patatas, maíz o pipas se hace mediante un proceso que es químico, antes de salir al mercado se han probado distintos aderezos de sabor a chedar, barbacoa o chili, y se elige el mejor en sus resultados. Una competición en cual de ellos perdura más o cual evoca mejor el “sabor real”. Un aroma único que deleita mi paladar cada vez que tomo ese producto elaborado en un aperitivo.
Se ha demonizado este proceso y atacado este tipo de comida como “poco sana”. Yo los reto a crear una forma de verdura que tenga una respuesta igual de buena por parte de nuestro organismo. El vegetariano, a menudo, es un asceta frente a los aromas ampliamente disponibles en mi mundo. Se abstiene, en pos de un bien superior que llaman “comida real”, que no ha podido comprobarse tenga tales beneficios.
Los méritos de lo artificial no me terminan ahí. Hay otro movimiento que quiere que nos fijemos, y utilicemos en nuestras representaciones “cuerpos reales”. Me pregunto si quieren decir que las mujeres (y algunos hombres) que pasan por quirofano por cuestiones estéticas son “cuerpos irreales”. A mi no me lo parece.
Yo creo que muchos de esos cuerpos operados resultan atractivos. Como se que esto levantará las ampollas de la “belleza interior”, me gustaría recordar que las operaciones de estética no reducen la inteligencia, sabiduría u otras capacidades que hagan al ser humano interesante.
El problema, ya descrito en la obra de Lavey es que la mayoría de individuos han dejado de ser interesantes. Y una respuesta canónica fue los méritos de la artificial ida, y la creación de compañeros artificiales. Ahí respondió a mis verduras sosas el Sumo Sacerdote de la Iglesia de Satán: si los humanos han dejado de ser interesantes, o mi contacto con ellos a pasado a ser abusivo (juzgandolos solo en apariencia, por ejemplo), ¿no sería sensato escoger la esclavitud sofisticada de un compañero por completo artificial? Por supuesto sería cortes. Sin duda elegante.
Él lector pensará que lo que le explicó es de poca utilidad. Pero sin duda se trata de un tercer lado incómodo al falso dilema a comida chatarra o “comida real”, body positive frente a bellezas de quirófano. Ofendidos muchos de vosotros, pasáis por alto la justificación: la necesidad de una conversación interesante frente a una comida estimulante. Esa debería ser la moraleja.