Cuando hice una primera parte, no podía imaginarme que tendría esta continuación que ha sido completamente motivada por la crítica que importa, los mismos lectores.
Se podría decir que la deriva de las apreciaciones que me han estado llegando, las reacciones de otros aficionados a la música han sido inesperadas. Pensé que sería más polémico el asunto que da título a la disertación, que es el cliché de que el metal es la música del Diablo. Y en absoluto las argumentaciones fueron por ahí, lo que me pone más contento. En este caso el tercer lado satánico apareció más enfocado a, justamente ese principio en el que definía música a través de melodía, armonía y ritmo.
Lo que mis críticos me razonaron muy bien, fue que la definición de la palabra música era más amplia que eso. Pudiendo ser calificados de música muchos más sonidos, me enseñaron distintas grabaciones en las que este precepto se incumplía, y que estaban hechos con intencionalidad por voluntad humana. Esto, por si mismo no es en exceso sorprendente, en cuanto había escuchado alguna de esta “vanguardia” y me había parecido una tomadura de pelo. Pero lo que de verdad me convenció de que estábamos ante una obra artística, si no queremos usar el término música, fue unos datos bastantes interesantes al respecto de lo que podemos ver como una auténtica tradición y, porqué no, evolución de este uso de “ruido” para generar una respuesta emocional.
Primero, accedí a qué era un terreno pantanoso aceptar ruido como música, en cuanto artistas de pop y rock usan ruido como parte de su obra. Y, al final, quedé convencido con el caso de Luigi Russolo. En efecto, requería una explicación por mi parte.
Luigi Russolo, presentó en 1913 algo sorprendente, algo inédito hasta el momento. Lo que mostró al público fue un concierto producido por máquinas que hacían distintos ruidos. La gran mayoría del público, como me pasó a mí ante los primeros ejemplos contemporáneos de algo así, enfureció ante lo que le pareció una tomadura de pelo. Pero algunas personas si fueron influenciadas, no tanto por la entidad de su obra, que quizás no dejaba una buena impresión, pero si por la intención de aquella representación.
Otro ejemplo de obra sonora memorable, ya contemporánea, la encontramos en el rompedor disco Metal Machine Music, de Lou Reed, en el que podemos observar el uso de ruidos, de forma secuencial. De nuevo el dilema está planteado, ¿se trata de una grabación que rompe con lo establecido y una obra de interés, o estamos ante una tomadura de pelo?
Los dos ejemplos son emergencias muy claras, pero su aceptación, sin duda resuelve la cuestión del uso de ruido entre elementos más rítmicos y melódicos. Otra cuestión a explorar será si son “necesarios”, pero ¿es la necesidad una motivación para el arte?
Resumiendo, el tercer lado oculto no se encontraba sobre los estilos en sí mismo, si no en la definición de música usada. Pudiendo dar secuencia a lo que es, básicamente, ruido, sin un ritmo específico, o melodía definida, y producir una serie de reacciones en el oyente.
Siempre podemos posicionarnos en una definición que la excluya, pero su intencionalidad de conmover, agitar, calmar a quien la escucha, está presente en muchas de estas obras. Creaciones con estas premisas, podrían sucederse, incluso con “intenciones Satánicas”, durante los siguientes años. Y estas podrían ser composiciones capaces de alcanzar cotas de mayor entidad, en formas por venir.