El cliché de la música satánica (3era. Parte)

partitura


Como comentaba en un artículo anterior, recibí bastantes reacciones a raíz del tema de mi texto sobre “música satánica”. Con anterioridad me he centrado en aquellos más rompedores con lo establecido, en cuanto cuestionaban la definición misma de música expuesta, pero eso no hace justicia al total de los comentarios recibidos.


Otra parte de los lectores se centraron en rebatir si en realidad había una música “satánica”. Con diversos ejemplos de música que para ellos tenían un eco “satánico” sin ser esta su intencionalidad, algunas de ellas, incluso hacían referencia a temas cristianos. Por supuesto se trata de personas sensibles, capaces de disfrutar de la música.


Esto me plantea que la cuestión de un cliché o no sobre la música, se vería en esta posición con un simple “no toda música satánica es rock, no todo rock es satánico”, o más allá a “no existe una música satánica”.


Y ya está, acabó mi artículo.


Por supuesto, es una broma. Lo que demuestra la gran cantidad de reacciones, es que la música suscita mucho interés. Y por eso voy a seguir tocando el tema ya desde una perspectiva más personal. Lo primero que querría razonar es que tanto el Sumo Sacerdote de la Church of Satan, el Papa Negro, Anton Szandor Lavey, como el actual, Peter H. Gilmore, tienen una relación muy íntima con la música, y debido a ello podemos encontrar bastantes páginas al respecto de la música en obras Satanistas. Yo tengo dos en concreto, que podéis comprobar, son Satán Speaks!, de Lavey y Las Escrituras Satánicas, de Gilmore. No son los únicos en el Sendero Siniestro que se han volcado en este arte, me vienen a la cabeza los nombres de Nicholas y Zeena Schreck, Boyd Rice, Thomas Karlsson, y muchos más.
Si bien, los lectores no han creído en la posibilidad de una “música satánica”, es bastante evidente la existencia de música hecha por satanistas. Incluidos muchos satanistas menos conocidos que también han hecho su aporte a la música.
Posiblemente sería inabarcable, tratar aquí la inmensidad de la música producida, con sus peculiaridades una a una. Pero puedo dedicarle algunas líneas al propósito inicial de promover el conocimiento de lo que es clásico, lo que paradójicamente es bastante raro y sello personal. Según aquella definición de la melodía, armonía y ritmo, la música se compone de elementos que se han estudiado por separado, y cuyo estudio puede ser engorroso para quien no vaya a dedicarse a la música, con muchos términos técnicos. No es tan poco mi propósito, y opino que hay bastante escrito sobre esto para aquel al que, al fin, le guste.


MI objetivo más concreto es hacer notar que lo existente, si es conocido, da para bastantes imágenes, ambientes, reacciones. Empecemos por el ritmo. El ritmo es a su vez un tema que puede expandirse durante páginas, pero insisto en que no pretendo dar clase. Lo que les quiero hacer notar es como distintos ritmos producen diversos efectos. Si uno quiere causar una impresión con su obra, sería bueno que pensara en el ritmo. Debido a nuestra naturaleza biológica estamos acostumbrados a reconocer y reaccionar al ritmo de la respiración, el latido del corazón y otros efectos periódicos. De esa percepción se derivaría también la reacción al ritmo de las canciones. Es de echo más fácil generar inquietud, tranquilidad, o reposo a una persona con un ritmo elegido para ello que con una colección de ruidos aleatorios (cuyo resultado sería, también aleatorio). El ritmo de la música es definitorio, y cuando me pongo a pensar en las experiencias de las raves y los conciertos, sin duda pienso en el ritmo como un elemento importante. Los gustos al respecto han cambiado y el tempo de las canciones electrónicas del siglo XXI son de tempos más rápidos que los éxitos de los Beatles, pero todas entrarían en la posibilidad de ser analizadas en función de su ritmo. Por supuesto, pueden existir cuestiones más impresionantes como la aceleración o deceleración del ritmo, la repetición o no de elementos más amplios que una nota (un ejemplo, la repetición de un loop en composiciones electrónicas). El reconocimiento de este efecto sobre las emociones del ritmo puede hacerse sin conocimientos teóricos: me inquieta, me calma, me da ganas de bailar…


Otros elemento como la melodía es de vital importancia a la hora de producir efectos. Lavey, en Satán Speaks! Habla sobre cómo elegía sus temas para tocar ante una audiencia, y como evitaba las escalas menores en locales de copas, por su capacidad de emocionar en un sentido no buscado: hacia la tristeza. Es bastante conocida la progresión de notas llamada escala mayor. Bastante más adecuada para un ambiente más brillante. Más alegre. Aunque incluso sin salir de esta, se han producido dudas sobre el efecto de ciertas combinaciones, me refiero al caso del Diabolus in música, y la divertida anécdota histórica sobre el tono Si. Pero pasando por encima de esta todo parece correcto, alegre y agradable. Se ha dicho en ocasiones que otras escalas, que son diferentes proporciones entre las vibraciones producen otros efectos. La elección de estas suelen estar detrás de que una pieza suene épica, triste, misteriosa o exótica.


Que un idiota te diga que no ha estudiado música no debe ser un aliciente a no formarse al respecto. Se quedarán muchas cosas en el tintero de esta reflexión, pero me quedo contento si, además de conseguir un diálogo con los lectores, e despertado el interés por un significado más académico de la música y sus posibilidades. Siendo, como propongo, algo que os hará bastante únicos si os comparáis a las masas que se agolpan a escuchar el último “éxito”.

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